domingo, 4 de octubre de 2015

Travesía de Madrid

He paseado por sus calles, por sus anchas avenidas comerciales, por sus raudas circunvalaciones, por sus costanillas por los que aún se oyen los portazos, las maderas de las ventanas que se abren al comenzar el día desde una pequeña habitación o desde una lejana buhardilla en lo más alto de un edificio. ¿Dónde queda este Madrid tan castizo, tan verosímil aún para la memoria de los que tuvieron la fortuna (o la desgracia) de vivirla? Digo desgracia porque para los que hemos leído alguna novela de aquel tiempo de silencio posterior a la contienda cruenta e incivil, y pongo por ejemplo a Arturo Barea, Luis Martín Santos o a algunos historiadores de este capítulo horrendo, nefasto,fastidiosamente luctuoso y triste, aquellos años tuvieron que ser realmente duros. No quiero entonces pensar en las gentes que lo vivieron, cuyas entrañas pergeñaron lágrimas de dolor y de duelo por tantas muertes de amigos y familiares. Para mí, exento de todo aquello, pero que, como digo,uncido de alguna manera mediante estas lecturas que he señalado líneas más arriba, me estremecen y me asolan. Bueno, pues como digo, mirar al cielo de Madrid, elevar la mirada al cielo tan maravilloso, tan altivo, tan llamativamente azul, me traía a la mente siluetas de aviones que cruzaban Madrid por aquellos años e imaginaba a las palomas reconvertidas en pájaros de hierro oscuros y amenazantes. Siento comenzar así, de este modo, esta página dedicada a Madrid.Porque Madrid es intrigante. En esa orgía de tráfico y de gentes, de plazas y calles, de snobs y de mendigos, se esconde un sinfín o abanico de imágenes sugerentes, de realidades escondidas y nada aparentes. Están ahí para quién sepa indagarlas, desentrañarlas, descubrirlas y sacarlas a la luz para entresacar respuestas a cada pregunta que te hagas. Ello supone un recetario para la vida.

Feria del libro en Paseo de Recoletos


Gran Vía


Libros al cubo, en la calle del Arenal

Las meninas de Velázquez, en el Prado

Pío Baroja, en la Cuesta de Moyano

Soy un caballero, de corazón lo digo...

Singular edificio en la Avda,América de Saénz de Oiza


Pero existe otro Madrid más cercano  y que a mi me resulta más familiar por situarse cronológicamente en la naciente Democracia. Intuyo aquella Madrid de la transición que yo adivinaba mediante las consabidas y clásicas fotografías de los libros de texto de la E.G.B y me llegan a la memoria aquellas en las que por ejemplo,aparece Suárez sentado en su escaño de las Cortes, o una fotografía de votantes en un colegio electoral recién estrenada la democracia. Adivino aquel Madrid nuevo, deseoso de desprenderse de las ligaduras del tardofranquismo, de los nuevos políticos y de los nuevos partidos. Son los años de Tierno Galván que a mi también se me antojan entrañables. España se enfrentaba a nuevos retos y nuevas tareas por cumplir. Quedaban atrás años de férrea ortodoxia y testigos de aquello son todavía los edificios administrativos tan corpulentos como grises que aún hoy colonizan gran parte de las vías madrileñas.
Incluyo algunas fotografías de mi paso por Madrid y que espero que os gusten y os aclaren un poco más mi forma de verlo. ¡Madrid!


El Palacio Real de Madrid

Una familia de gorriones molineros había instalado su nido de ramitas secas en una farola

Un jovenzuelo de paloma torcaz me observaba desde la rama de un castaño de Indias en el Campo del Moro

Me gusta el contraste del verdor de sus copas con el cielo límpido  y azul de Castilla

Las cotorras argentinas colonizan los parques y abrevan en los estanques y las fuentes, como en esta del Campo del Moro

En Sol

Yo quisiera que fuéramos todos discípulos suyos

En el Retiro, cercana al Paseo de Coches, se encuentra esta escultura de Victorio Macho que recuerda a Benito Pérez Galdós



Un gorrión común en una calle cualquiera de Madrid
Adiós Madrid.Adiós Sol.