lunes, 13 de enero de 2014

La sabina de Antoñana

Os presento a esta conífera de la familia de las cupresáceas. Como seguramente ya sepáis las coníferas tienen una serie de características que les son comunes o análogas. Las coníferas son, casi todas, perennes o siempreverdes.Esto es en rigor, un rasgo adaptativo, una estrategia evolutiva. A las plantas les supone un esfuerzo considerable la foliación que tiene lugar cada primavera, y estos que nos ocupan, prescinden de ella, renuevan periódicamente sus hojas sólo cada dos o tres años pero siempre de una manera escalonada y gradual.
Detalle de la corteza
Las sabinas están presentes en casi toda la península ibérica. Encontramos diversas especies. Una de las especies que, para mi, ejemplifican la adustez, la sobriedad del campo de Castilla son los sabinares del Arlanza en la provincia de Burgos.
Pero vayamos a esta otra especie de sabina, la que os detallo en las fotografías. Se trata del Enebro de la miera cuyo nombre latino es Juniperus oxycedrus L. Se halla presente en casi todas las provincias excepto las más norteñas, incluyendo a las provincias vascas del norte peninsular. Una manera de poder identificarlo es, además de sus hojas aciculares y pinchudas, la cualidad de su corteza de desprenderse en tiras. Tiene un porte cónico en la juventud aunque con los años tiende su copa a achaparrarse. Raras son las ocasiones en que las podemos ver crecer formando masas puras; siempre crece en sintonía con otros árboles como los robles quejigos o rebollos, incluso con los Pinos silvestres. En Álava tiende a ocupar las laderas soleadas de la parte media y baja, al socaire de los vientos fríos y de la excesiva humedad de las laderas orientadas al norte. Es una especie muy rústica y resistente a las sequías pertinaces. No es raro encontrarlo medrando entre rocas, hundiendo sus raíces en las fisuras de una peña.
La floración tiene lugar en primavera y las flores son dioicas, es decir; son masculinas o femeninas y aparecen separadamente en el mismo pie de árbol. Los frutos son globosos, primeramente son verdes, luego rojizos y finalmente del color del cuero. Ésta es una característica que los diferencia del enebro común, Juniperus communis L.,mucho más presente en nuestra provincia, dado que sus frutos son verdes en la madurez.
Su papel es insustituible en parameras y otros parajes algo depauperados como una salvaguarda para etapas sucesivas en las dinámicas de la vegetación. Además crece allí donde otras especies, por la escasez de suelo y una insolación acusada, no podrían hacerlo.
Antaño fue utilizado para la construcción de cobertizos y habitaciones subalternas de las casas de labranza de muchos pueblos. Según nos cuenta Ruiz de la Torre en su libro "Árboles y arbustos de la España peninsular" el aceite de miera o aceite de cada era un "líquido negruzco de sabor ocre y olor resinoso, que se empleaba en fricciones contra las afecciones de la piel" además de sus aplicaciones en veterinaria para el tratamiento de la roña del ganado, "aplicándose a las ovejas después del esquileo para encorar los cortes y desolladuras."

Un bonito ejemplar en las proximidades de Antoñana (Álava)
Detalles de las hojas y frutos maduros en el 12 de enero de 2014

viernes, 10 de enero de 2014

"Miau" de Benito Pérez Galdós

Termino de leer la novela de "Miau" de Don Benito. Pertenece a su ciclo de "novelas españolas contemporáneas". Son un conjunto de novelas en las que los temas religiosos y sociales están muy presentes. Religiosidad y materialismo, política y sociedad, están reflejadas a través de sus personajes, productos sociales del momento político de la España de entonces.
Portada del abecé con motivo de su muerte en 1920
Esta novela está inscrita en los años de la Restauración de 1878 con Alfonso XII en el trono. Luego llegará el turnismo de los partidos liderados por Cánovas y Sagasta respectivamente y la regencia de María Cristina.
En la época late una profunda ansia por que el país recobre las energías perdidas, se modernice la administración, la economía resucite, los males del campo agrario se compongan...pero vendrá, inevitablemente, la crisis de 1898 tan solo dos décadas después, sumiendo nuevamente a España en los puestos ulteriores del escalafón europeo.
La novela revela la desesperación de un hombre cesante de la Administración, Ramón Villaamil, que lucha desesperadamente por una vacante con el propósito de implantar sus ideas renovadoras de índole administrativo pero también moral y ético que lleven a la administración a una profunda transformación no solo del aparato burocrático sino de las personas que la dirigen.
Como veremos, Ramón fracasará, pero Galdós, utilizará este naufragio, este arruinamiento personal en el fracaso una vez más de la moral, de la derrota del individuo contra una Administración aposentada en el chanchullo, en el tejemaneje, en el favoritismo. De esta manera, dado que en el tiempo en el que transcurre la novela se sucede un cambio político y de Gobierno, Ramón perderá posibilidades de emplearse nuevamente y dado que nueva gente llega con otras aspiraciones se verá inexcusablemente relegado a una cesantía perpetua que le llevará por conseguiente a un destino trágico aunque algo previsible. La historia de la novela es la historia del desgaste personal de Villaamil. De ello se encargarán algunos personajes que escenificarán profundos descontentos, limarán sus aspiraciones una y otra vez hasta sumirlo en una atonía o indiferencia que Galdós, al modo de Cervantes, aprovechará para redimirlo, liberarlo de una cordura malsana, incapacitadora y limitante de las verdaderas potencialidades del individuo.
La novela se desarrolla enteramente en Madrid. Diversos recorridos de diferentes personajes lo demuestran. Los escenarios son la casa del matrimonio Villaamil; Pura y Ramón. Otros escenarios son el Teatro Real, por la afición a la ópera de las hermanas Pura y Milagros para dejarse ver y darse el tono tan de la época. El despilfarro en la familia es casi constante. Los años de cesantía por parte del protagonista principal sumen a la familia en un angustioso declive económico, en una pobreza llena de pudor, librada en ocasiones por otro protagonista que aparece más tarde,desencadenante, por sus acciones, del final trágico. Este personaje es Víctor Cadalso. Los aportes esporádicos de dinero a la familia, obsequiosos y lisonjeros, no son gratuitos. No buscan más que el entrometimiento de éste en la familia como un trampolín que le lleve a colmar sus aspiraciones en la Administración y optar así a una vacante, a espaldas y en detrimento del otro desgraciadísimo opositor.
Más personajes. Aludí a la familia Villaamil. Constaba además de Milagros, hermana de Pura, cuñada a su vez de Ramón. Significa el destino malogrado. Tuvo tentativas de encumbramiento hacia una carrera artística como cantante de ópera que finalmente se malogró. Vuelta de aquellos días, se encomendó a las cosas del hogar pero siempre suspirando por las artistas profesionales. Las idas y venidas al Real junto con su madre Pura y su hermana Abelarda - las Miaus- tal y como se las conocía en aquellos círculos de la capital madrileña por su semejanza física con estos felinos,serán recurrentes en toda la obra. Galdós recurre a lo largo de toda la novela a la animalización de los personajes, les dota de cualidades de diversos animales para denotar su poco sentido moral, tal vez como una deformación de la realidad. En este punto Ramón, siempre ajeno a las grandilocuencias y a las notoriedades de alguna clase, sufría el escarnio. Y es que no dejaba de ser un despropósito para su honorabilidad ver cómo él y toda la familia vivían en una pobreza depauperante por las vicisitudes del desempleo en mitad de una pobreza que amenazaba a toda la familia mientras ellas banalizaban con sus cánticos.
 Abelarda, la hija de Ramón era el contrapunto de la familia. Era la imagen de la sumisión, de la obediencia. Víctima, tal vez por su credulidad y debilidad de carácter, de los engaños de Víctor que la utilizará sin escrúpulo alguno para la consecución de sus pretensiones. Las muestras de cinismo van a rayar la crueldad más absolutas hacia la persona de Abelarda. Pero ella será también un pretexto para enlazar con lo trascendente y va a poner en contacto el materialismo burgués imperante con una religiosidad más o menos creíble. Es entonces cuando aparece el ámbito de las iglesias como la de las Comendadoras. Transcribo una breve episodio en el que se describen unas imágenes que en tal convento reposaban:"Ésta se hallaba al pie de la Cruz, rígida en su enjuto vestido negro y en sus tocas de viuda, acribillado el pecho de espaditas de plata, las manos cruzadas con tanta fuerza, que los dedos se confundían formando un haz apretadísimo. El Cristo, mucho mayor que la imagen de su madre, extendíase por el muro de arriba, tocando el techo del templete con su corona de abrojos, y estirando los brazos a increíble distancia. Abajo,velas,los atributos de la Pasión, ex-votos de cera, un cepillo con los bordes de la hendidura mugrientos, y el hierro del candado muy roñoso; el puño del altar goteado de cera, la repisa pintada imitando jaspes." Es usual en el autor su canto a la magnificencia del arte encerrado en las iglesias aunque denunciaba el mal gusto con el que se adornaban, de manera muy común, las iglesias. En torno a ambos escenarios, administración e iglesias, debemos remitirnos al escenario de la familia, a la que Galdós le da una prevalencia en sus novelas como núcleo fundamental de la sociedad y transmisora de valores. La familia Villaamil es una familia típicamente burguesa venida a menos. Enarbola los valores dominantes, aunque fluctúa entre el materialismo atroz de las Miaus y un pragmatismo evidente en el padre de familia y un pragmatismo religioso al que acuden cuando las cosas se tuercen. Un ejemplo de ello es cuando Ramón ya bastante decaído y derrotado por los acontecimientos, prorrumpe en la iglesia y reza tal vez cómo un último recurso para la obtención de la vacante.
No he aludido aún al hijo de Víctor Cadalso y nieto, a su vez, del abuelo Ramón. Se llama Luisito. Es huérfano dado que su madre, presa de los desvaríos del amor, de un irrefrenable sentimiento amoroso, agravado además por una enfermedad nerviosa, muere fatalmente. Es entonces cuando Víctor ingresa a su hijo y le deja al cuidado de la familia Villaamil. En torno a este asunto, traslucirán a lo largo de toda la novela enconadas disputas familiares, siendo Luisito permanente moneda de cambio. Finalmente, ya al final de la novela, su cuidado y manutención es encomendado a la familia Cadalso, padres de Víctor.
Luisito, en mi opinión, refleja la incapacidad del individuo frente a los acontecimientos de la vida y de la sociedad. Viene a la vida ya enfermo. Pronto es estigmatizado en la escuela por ser de las Miaus, lo que le sumirá en un cierto retraimiento. Este hecho no le supondrá dificultad alguna aunque sí le supondrá un cierto obstáculo a la hora de llevar a buen puerto sus estudios en ciernes. Luisito es noble, tiene un afán sobresaliente por ayudar a la familia y sacar a su abuelo ←lo llama "papá"←, de la cesantía sumido por ello en una honda preocupación. Hará gala de un autoconocimiento nada inusual en un niño de su edad lo que dará lugar a afirmaciones lucidas y clarividentes relativas a los problemas que le rodean. Luisito es además un muchacho imaginativo y tiene visiones en las que él dice afirmar que ve a Dios y le cuenta cosas. Galdós ni niega ni afirma la verosimilitud de estas apariciones divinas pero son claves y premonitorias sobre los sucesos y acontecimientos futuros. De ahí que Luisito represente un nexo, un camino exploratorio entre el cielo y la tierra; entre una realidad cruda y áspera que ahoga y un cielo que aguarda  sereno y sin nubes en la otra vida. Estas apariciones serán ciertamente reveladoras hasta tal punto que Luisito revelará a su abuelo lo que Dios le transmitió: que no le colocarán y de hecho así sucede.
La novela finaliza de manera espléndida y ensaya nuevamente el autor ese acercamiento necesario a la Naturaleza, esta Naturaleza como tierra de promisión y liberadora de los sentidos y de la sensibilidad humanas. Es durante el pasaje que copio a continuación cuando el personaje,ya sin esperanza alguna, se lanza al campo, sale de la ciudad  a quién, no lo olvidemos, le despide y le arroja como a un ser inútil que ya dio todo de sí. Inservible y agotado, profundamente desengañado no solo por la sociedad sino también por las veleidades de su famila, entra en comunión con la naturaleza, se sintetiza con ella hasta su postrer acabamiento. "Tiró hacia la plaza de San Marcial, y al llegar a los vertederos de la antigua huerta del Príncipe Pío, se detuvo a contemplar la hondonada del Campo del Moro y los términos distantes de la Casa de Campo. El día era espléndido, raso y bruñido el cielo azul, con un sol picón y alegre". Un poco más adelante nos dice y exclama... "-Qué hermoso es esto!- se dijo soltando el embozo de la capa, que le daba mucho calor-.Paréceme que lo veo por primera vez en mi vida, o que en este momento se acaban de crear esta sierra, estos árboles y este cielo.Verdad que en mi perra existencia llena de trabajos y preocupaciones, no he tenido tiempo de mirar para arriba ni para enfrente..."
Galdós redivivo una vez más.

Puerta del Sol de Madrid, hacia 1.878


















martes, 7 de enero de 2014

Loza

Había amanecido ya en la Montaña alavesa. Acaso nuestra estrella brillara un día más, nos acompañara en nuestra exigua existencia procurándola, dándola nuevos motivos para los acometimientos diarios a modo de lances; letales y despiadados unos, felices y vivificantes los demás. Salimos del pueblecito de Loza, una aldea situada a escasa distancia de los pueblos de Peñacerrada, de Payueta, de Pipaón. Son pueblos rústicos, con casas de labranza repartidas por el caserío entre las que no faltan casonas hidalgas, con su blasón sobre el dintel que cerca los portentosos portones remachados con decorosos clavijones y tras cuyos anchos portones se adivina un zaguán recubierto de guijos o de anchas losas quizá. El hidalgo quizá ya no esté morando en la casa. O tal vez si. Elevamos la vista y tras una ventana que permanece muda y silenciosa, un rostro ya lívido y un poco pálido, de ojos entristecidos,  vestido de negro, traje con  capa o herreruelo, guarnecido de dorados encajes asoma también con la vista en los siglos que ya pasaron. Al pronto abre y nos dice,
Cuántos secretos acallados por el paso del tiempo

—¡Quién vive!...¡Marchaos o llamo al criado para que eche a los perros... !

Pero no, eso es imposible. A mi mente acuden figuras inusitadas, planteamientos imaginarios que escenifican cuadros alentados por una imaginación veleidosa. Acuciada por resucitar otra época, conspira, juega al despiste, troca sus fantasías en realidades que roba a la razón para convertirlas en sucedáneos extemporáneos de la realidad. Lo que es seguro es que los descendientes de este hidalgo imaginario, mayorazgo a buen seguro, vivan en una portentosa casa en la capital madrileña, como lo es en más de un caso. Sin ir más lejos, en el pueblo de Peñacerrada aún se mantiene la casa que llaman de "los Sarmiento" y que perteneció después a los duques de Híjar, linaje que aún perdura.Sobre el caserío dominan las torres de las iglesias. En el caso de Loza, la iglesia se sitúa en un promontorio o cerro y recibe el nombre de San Esteban. Guarda un retablo barroco en su interior que yo no pude apreciar y que según leo en el título de Micaela Portilla "Casas y torres fuertes de Álava" fue construido en el siglo XVIII. El entorno, como dijo Pío Baroja cuando visitó estos parajes, es "duro y frío" y la vegetación consta de hayedos en las laderas anejas a la sierra de Cantabria y  de robledales de rebollo en las zonas más bajas. Los pinares son también frecuentísimos y notabilísimos. Al poco de recorrer el término que llaman de "Las roturas" el paisaje me sobrecogió. Densas formaciones de pinos salpicados de hayas conjugaban maravillosamente. Los ramillos de los hayas, sin hojas, eran empujados por el viento, mostrando un bellísimo color púrpura. Los pinos autóctonos  Pino silvestre (P.sylvestris),  se convertían al otro costado del sendero en un exótico pinar de Abeto de Douglas (Pseudotsuga menziessi). Recreaban pues ambientes diferentes de regiones distantes. A lo que es difícil abstraerse es al olor de la resina que el viento esparce por estos bosques y al rumor producido por el deslizamiento del aire por entre las acículas de estas  pináceas. Comenzamos a descender después hacia el barranco que llaman de la "Mina" por haber sido excavadas allí galerías en la roca para la obtención de mineral destinado a la producción de asfaltos y a no sé qué otros destinos o aplicaciones. Una vez allí recibimos al hayedo con agradecimiento y él con un saludo umbroso, imperfecto, dado que en su desnudez  permitía, aunque tímidamente, que el Sol acariciara la hojarasca que lo cubría. En el paraje del "Jabalí" surcado por la senda por la que caminábamos, los bojes se agolpaban en los estratos inferiores del bosque creando un cortejo reverencial, adornando los pies de los hayas, creando una línea defensiva que a su vez, serviría a numerosos animales para encontrar el abrigo y el cobijo necesarios. El río Inglares puso su nota aunque leve y casi inaudible; el agua que la sierra de Cantabria le hubo regalado le habían dado los arrestos suficientes para afrontar su viajata y bajaba por el barranco resucitante tras el estiaje.
El paisaje habla, suscita, inspira, evoca, entronca con nuestros afanes más recónditos...
Salimos a un praderío tras abandonar el hayedo y al pronto dimos con las construcciones ruinosas de la antigua mina, silenciosas, mudas, por cuyas resquebrajaduras crujían aún los ejes de las vagonetas cargadas con el mineral arrancado con las manos, quién sabe, si de los propios mineros. ¡Qué vidas tan atravesadas por el puñal de la necesidad acuciante, por la urgencia apremiante del vivir!

La vegetación cubre pudorosa la ruina del pasado


Fustes estilizados de Abetos de Douglas
En la fuente abrevadero de Loza

Hojas aciculares,cortas y agrupadas en parejas, de Pino silvestre.