domingo, 22 de diciembre de 2013

El huerto del Carmen

Entretejí algunas conversaciones amenas con el sacristán de la iglesia de los carmelitas. Hablamos de la historia de este convento y de sus vicisitudes en tan corta vida si la comparamos con otros conventos vitorianos. Él me contó muchas historias, algunas terribles y truculentas como que fue cárcel militar durante la guerra civil. Su huerto con sus jardines dejó de ser el 'locus amoenus’, el jardín meditacional, el jardín propenso al rezo místico para convertirse en un patibulario triste y trágico. He aquí que me invitó a entrar  pero no sin antes visitar el interior de su iglesia. Entonces me acordé de Galdós, el escritor canario de ascendencia vasca, tal es su apellido, que cuando visitaba Toledo y recorría sus iglesias, catedrales y callejas narraba todo lo que veía con su espíritu inigualable, transido del alma de entonces, para asomarse después, ya agotado de tanto convento, a los cigarrales entorno al Tajo.(1) Las imprecaciones de los obispos y sus diatribas, el lujo ostentoso de la imaginería española y la magnificencia de los ritos religiosos que allí se profesaban eran desconocidos en el resto de Europa. Galdós hace aquí una crítica a la Iglesia. Deshecha las imágenes que rayan la superchería y denuncia lo supersticioso que se va adueñando de los prácticas religiosas en las iglesias como una forma de manipular a los fieles por el miedo al castigo y como resultado también de unos ritos religiosos depauperados.
Pero perdonad, lo olvidaba,dejo mis literaturas aparte y continúo con este relato breve y nada reseñable. 
Salimos, como contaba, a este patio interior muy recogido y muy iluminado por el sol vernal. Al otro lado del tapial que lo rodeaba, pude ver las vías sobre las que se tienden los ferrocarriles viajantes y encima de este tinglado de raíles, cables y catenarias, la torre neogótica del convento de las Salesas punzaba las nubes con su vértice afilado. Y en un rincón vi a esta palmera del Chusán o palmito elevado. Son palmeras rústicas, provienen como su nombre indica del Chusán, cerca de China y toleran a las mil maravillas el frío helante vitoriano, así como el calor achicharrante que tanto nos visita en los meses estivales.
Protegida de los vientos y orientada al sur, esta palmera del Chusán goza de buena salud
Existe además una virgen, la del Carmen creo,sobre un pedestal, todo ello rodeado de árboles frutales. Es notorio cómo estos árboles se doblegan a la domesticidad, se inclinan solícitos a la mano que los cuida pero que nunca se desprenden enteramente de su naturaleza primigenia y original. Y es por esta razón que tras unos años de abandono o descuido propenden a sus siluetas ancestrales. Esta almunia, tal y como denominaban los árabes a los huertos por los que discurrían los caces y las acequias redistribuyendo el agua tan necesaria, es un lugar hermosísimo, propenso al deleite, al regocijo espiritual. 
Sobre un pedestal y oculto entre unos arbolitos se halla este Sagrado Corazón


























Es pues, un arrabal sin llegar a serlo, es como una playa a orillas de la ciudad a la que solo llegan los ecos de los más profundos recuerdos que albergamos.
Los cultivos hortícolas alternan con algunas plantaciones de frutales
(1) En su libro titulado "Ángel Guerra" Benito Pérez Galdós plantea nuevas posibilidades espirituales y plantea una nueva concepción de la religión y su papel social en España. Son interesantísimas sus descripciones de la ciudad de Toledo. 

viernes, 6 de diciembre de 2013

El cotoneaster de Parney

Este ejemplar vive en los jardines particulares de la calle de Castilla,38


El cotoneaster es otro arbolillo que procede de otros lugares muy distintos al nuestro. Aunque existen algunas especies endémicas en la península ibérica pertenecientes a la misma familia como la griñolera o el durillo, propios de las cordilleras béticas del sur de España, esta especie que cito no proviene de nuestro país. El cotoneaster de Parney es especie muy ornamental, profusamente plantada y diseminada por doquier por las numerosas aves que se alimentan de sus frutos en el invierno y que con sus deyecciones prolongan sus dominios, haciéndola casi una planta ubicua, muy abundante en algunas localizaciones, casi siempre en lugares frescos, ricos en humus, aunque no desdeña emplazamientos luminosos. De ello se infiere que sea una planta naturalizada en nuestro país, al igual que otras muchas escapadas de los cultivos. No resulta tampoco su carácter particularmente invasivo ni en apariencia perjudicial para otras especies nativas. Al contrario, como aclaré un poco más arriba, constituyen una despensa para mirlos, zorzales y otras aves durante la invernada.Es un arbusto siempreverde, con las hojas elípticas, aunque más bien aovadas, de margen liso y ligeramente revuelto, con los nervios de los hojas ligeramente hendidas y sobresalientes en su cara posterior. Son de un color verde intenso aunque por el envés son blanquecinas debido al tomento o fieltro que las recubre. Las yemas son apuntadas, desarrollándose a medida que avanza el otoño y el invierno para en la primavera comenzar a despuntar con los soles primeros.Las ramas se desarrollan profusamente, describiendo las superiores juegos parabólicos o líneas curvas que le dan un aspecto típico, algo deslabazado, aunque graciosamente ornamental. Las ramas son intrincadas, se quiebran, nunca son rectas, al igual que su tronco, ramificado casi desde la base.Los frutos son de un color rojo, a veces muy intenso dependiendo de cada ejemplar, agrupados en racimos, con dos huesecillos en su interior, madurando en el otoño y perdurando durante casi todo el invierno en el árbol.
El nombre de este arbusto, como nos explica el botánico Ginés González en esa biblia verde que fue la primera edición de su maravillosa obrita "La guía Incafo de los árboles y arbustos de la Península" proviene del latín 'cotoneus' que significa membrillo por el parecido de sus hojas sobre todo en el envés y el sufijo '-aster', similar, parecido a.
Olvidé decir que no es una planta nativa sino que procede del Asia y más concretamente de China, de la provincia de Yunán, y llegó a Europa en 1913. Celebremos esta planta foránea y acojámosla en nuestros jardines.
Detalle de las hojas y frutos agrupados en infrutescencias
Una característica que define a un arbusto es la ramificación temprana desde la base
Envés tomentoso que recuerda a otra rosácea:el albaricoquero
Intensa fructificación de este arbusto en el parque de Arriaga

domingo, 17 de noviembre de 2013

La redención de los locos

La profusión en el empleo de especies ornamentales de árboles procedentes de lugares y climas diversos, prácticamente de todos los lugares del planeta decoran aún más si cabe el otoño.Son el resultado de los gustos y preferencias botánicas de los propietarios de estas ciudades jardín, en cuyas parcelas se adivinan montones de plantas diferentes de texturas variadas y desiguales. Interpreto en esta fotografía el producto de la cultura contemporánea de ciertos estratos sociales, apegados en muchos casos a las modas o corrientes preponderantes. Ahora es el turno de lo exclusivo, de la apetencia por la exclusividad también en el empleo de especies exóticas.Todo ello desentraña un paisaje multicolor y casi paranoide. En contraste, las adustas coníferas—cedro y abeto— plantadas mucho tiempo atrás por sus dimensiones tremendas ofrecen el contrapunto junto con el cielo gris del otoño invernizo.
Atrás quedaron los morales que asomarían por encima de los tapiales conventuales o los tilos de los manicomios por su presunta acción sedante sobre los residentes, o los magnolios de los jardines de los indianos. También en la sociedad decimonónica del XIX este paroxismo en la plantación de especies de otras latitudes también se debiera a una presuntuosa intencionalidad diferenciadora por parte de las clases altas. 
Eran especies de plantas importadas muchas de ellas desde Holanda e Inglaterra. El afán comercializador de los holandeses y la posesión de sus colonias repartidas por el Pacífico alentaron la importación de plantas desde aquellas latitudes hasta la vieja Europa.También, durante el siglo de la Ilustración, la Sociedad Bascongada fue partícipe en más de una ocasión de la traída de plantas desde la isla de Cuba para su posterior plantación en algunos lugares de la península. Causarían pues, sorpresa y admiración, también en Vitoria. Nada ha cambiado, o apenas. 
La adustez de las coníferas ofrecen el contrapunto 
Más tarde, ya en las décadas de los 70 y 80 del siglo pasado se derribarían los muros, se derrocarían las antiguas tapias que delimitarían mundos diferentes; el castrense y el civil, el religioso y el secular, el muro estamental que dilucidaba una clase social de la subsiguiente. Esta aparente demolición democratizadora, de igualación social, era eso, aparente. A la vista quedaron entonces las hortelanías y huertas, en algunos casos reconvertidas en patios patibularios — de ese otro gran patíbulo que fue la guerra civil— como lo fue el huerto trasero del Convento de los Carmelitas Descalzos, iglesia del Carmen.
Pero al otro lado de los muros se desarrollaría otro régimen de vida en torno a unas normas específicas,rígidas, tal y como fuera la sociedad apenas cuarenta años atrás. Yo imagino, cuando paseo por los antiguos jardines del antiguo hospicio de Nuestra Señora de Las Nieves, ese mundo sórdido, silencioso, inmutable por el paso de las décadas, al margen del mundo y de la ciudad soñolienta. Los árboles, muchos de ellos frutales, marcarían cada estación, único vínculo con la vida —la Naturaleza— para los alienados, enfermos y locos de entonces y quizás, con la esperanza de lo venidero y de lo redentor futurible. La profusa floración de los frutales atestiguaría la llamada cálida de la primavera, todavía fría en Vitoria, y la lógica secuenciadora de las estaciones, primavera, vera, otoño, invierno,en mitad de la incomprensibilidad de los otros,de los de este lado del muro.
"La caridad" es una vidriera instalada a modo de lucernario en el vestíbulo del actual aulario de Las Nieves construida en los talleres bordeleses de G.P Dagrant


lunes, 11 de noviembre de 2013

Los cedros alucinados

Cuando la naturaleza titubea y teje su nido para pasar el invierno, cuando ya en los preámbulos del invierno la naturaleza mece a los árboles y a la vida en general en un estado de vagancia o de inactividad, existen otros árboles que, al margen de la mayoría, en una emulación discordante e inequívocamente contraria al curso de los días de nuestros parques y jardines, toman la iniciativa y como devorados por su particular arrobo o quizás escuchando las letanías de sus congéneres del Atlas marroquí, de las cordilleras de Áures, de Yebala, de Yebel Mesker, hacen del otoño europeo una excepcional parada nupcial africana.


No creas en lo que ves
porque lo que ves es fácil
que lo estés viendo al revés

Son los cedros. Son árboles abanderados de los parques vitorianos y de tantas y tantas ciudades españolas. Quizás nuestra cercanía a Marruecos, quizás nuestra mediterraneidad posibiliten un desarrollo adecuado en nuestro país aunque ya han sido plantados en los parques y jardines de todo el mundo. Sin ir más lejos,es una especie muy plantada en Madrid y nos hacen recordar,los cedros, que nos encontramos en una ciudad a orillas del mediterráneo.
El cedro es un árbol portentoso,de buenas proporciones. Es una pinácea también, porque tiene piñas. Piñas eréctiles, en forma de tonel o de barrica. Puede alcanzar los cuarenta y cinco metros de altura y alcanzar diámetros en sus troncos de cuatro o cinco metros, en el Atlas.
Podemos identificar el género fácilmente por la disposición de sus hojas en forma de acículas, perennes,reunidas en torno a mechones o hacecillos, y que dan una apariencia de pequeños escobones. En el centro de estas rosetas podemos descubrir las yemas que darán continuidad a los ramillos.
Las flores son unisexuales. Las masculinas nacen en las ramas más bajas y las femeninas se disponen en las ramas más elevadas y, por lo tanto, mejor expuestas a la polinización.
La floración tiene lugar entre los meses de octubre y noviembre. En esta época del año y acercándonos a sus ramas podemos observar su floración sigilosa y sobria aunque siempre fascinadora.
Las flores masculinas.Observad las acículas dispuestas en haces
Una característica muy notable son sus piñas, que como escribí más arriba recuerdan a barricas de vino. Están compuestas por numerosas escamas dispuestas entorno a un eje. En cada una de estas escamas, se dispone un par de semillas o piñoncitos alados que pierden rápidamente su capacidad germinativa una vez que se enrancian. Las piñas maduran a los dos años y pronto comienzan a desarticularse, en especial en los días húmedos, permaneciendo el eje desnudo y todavía visible en las ramas.
Es un árbol estéticamente muy apreciado, de gran nobleza por su tamaño pero también por sus significaciones culturales. En la juventud tienen un porte cónico que recuerda a los abetos aunque cuando maduran adquieren un porte singular y único, con su copa truncada y sus ramas largas ligeramente inclinadas hacia abajo. En ellos se establece una pugna de luces y sombras.
Piña. Se aprecian las escamas
Aún hoy existen cedrales en Marruecos y Argelia. No os los imaginéis en mitad de las dunas ni en los oasis sino en las montañas húmedas y mesetas elevadas con precipitaciones regulares repartidas a lo largo del año. Cuando no forma masas puras, aparece mezclado con nuestras encinas y sabinas ibéricas. No deja de ser emocionante como al otro lado de nuestro continente, en África, existen bosques de estos exóticos árboles compartiendo hábitat con nuestras encinas ibéricas. Quizás una confluencia de influencias dispares, quizás un pacto de intereses por la precariedad de los recursos que obliga a la convivencia en el mismo hábitat a ambas especies.

Escama con engrosamiento en su parte externa
Cedros en el parque de Arriaga en el otoño
























miércoles, 6 de noviembre de 2013

Una crónica de la esperanza

Los cerros de Esquibel y Gomecha 
(Este texto es un esbozo aproximativo a la vegetación de la llanada alavesa. Lo escribí reuniendo unos pocos conocimientos, más o menos acertados, pero sinceros y sin ínfulas de alguna clase. Nada más lejos que acercar, en la medida de lo posible, los árboles a las personas porque son una metáfora de nosotros mismos. Viéndolos, admirándolos, se establecen una serie de lazos inexplicables. Existe un lenguaje hecho de signos, sí, pero que trasciende su significado más allá de lo meramente simbólico. La ciencia podrá buscar explicaciones y respuestas a tantos enigmas aún por desentrañar pero temo que no podrá explicar ni reducir a una mera fórmula matemática, la relación,si es que es eso lo que se establece,entre los hombres y los árboles. En todo caso es una crónica de una esperanza. Y viene a apoyar una visita que realicé junto con un grupo de mayores jubilosos y deseosos de aprender, y de vivir.)


Los antecedentes del parque de Armentia se remontan allá por el año de 1974 cuando la Diputación Foral de Álava realizó las primeras repoblaciones forestales con especies exóticas provenientes, en su mayoría, de Norteamérica. Tuvieron un doble objetivo; por un lado ensayar diferentes especies aún no empleadas en otras explotaciones forestales de la provincia y por otro, la creación de un parque botánico. Cabe de paso, sugerir un paseo por este espacio ubicado en la finca Las Ruines, junto al arroyo de Requera, en uno de los extremos del parque. La variedad de especies y la alternancia de frondosas y coníferas exóticas realza su valor paisajístico fácilmente observable en el otoño desde el cerro de Esquibel.
Posteriormente, ya en 1997, la Diputación firma un convenio con el Ayuntamiento de Vitoria-Gasteiz para su gestión. Y un año más tarde, es declarado parque del anillo verde. Consta de 165 hectáreas y compite por su extensión con el parque de Salburua, aunque no le alcanza.
El quejigal de Armentia desde el cerro de Esquibel, en el otoño de 2013
Debemos recordar que la llanada de Álava se sitúa en esa banda climática intermedia entre el clima oceánico y el clima mediterráneo; dos mundos opuestos pero que se dan la mano en nuestra provincia. Esta especial situación es aprovechada para el asentamiento del roble quejigo (Quercus faginea), protagonista no solo del robledal de Armentia sino de otros robledales ubicados en las laderas y cerros de nuestra provincia. Recordemos los quejigales de Cerio, de Araca, de Ariñez, de Júndiz… Una cualidad relevante de este árbol es que sus ramas mantienen las hojas secas durante todo el invierno y no las tiran hasta la primavera siguiente. Quizá por una cuestión de economía, quizá por servir de protección y escudo a las yemas venideras. El roble quejigo se asienta en las laderas medias de los montes; rehúye de las nieblas pertinaces, casi constantes, de las altitudes más altas, reino de los hayas. Por otro lado, este roble escapa también a los niveles inferiores, es decir, a los llanos, donde los suelos son más arcillosos y susceptibles de encharcamientos. Es entonces cuando otro roble, el roble albar (Quercus robur) acomete la oportunidad  y se instala feliz. No renuncia sin embargo tampoco a nuestro clima submediterráneo porque a las condiciones del suelo antes enunciadas, arcillosos y ricos en nutrientes minerales, se le unen las nieblas tan típicas de las jornadas anticiclónicas que suplen o atenúan la sequedad estival. Robles albares podemos observar en la dehesa de Olárizu donde aún se mantienen restos de los robledales que ocuparon gran parte de la llanada. Son lo que se denomina bosques-isla y que en cierta manera lo es también el bosque de Armentia.
En resumen tenemos los tres pisos de vegetación que corresponden a cada una de las especies ya repasadas.
En las alturas, el hayedo. Inmediatamente después el quejigal. Y por último, en los fondos de cubeta de la llanada, el robledal de roble albar.
Hoy en día, la situación ha cambiado bastante. Los nuevos usos del suelo han demolido casi en su totalidad la vegetación y no es ni de asomo la que fuera hace décadas atrás. La vegetación es dinámica y cambiante y se adapta a las nuevas circunstancias.
Pero la especial ubicación del quejigal, a media ladera, le ha salvado en parte de los estragos del tiempo, y del hombre. No solo ha escapado de la construcción de las múltiples infraestructuras humanas (autovías, aeropuerto de Foronda, las nuevos barrios de Zabalgana y Salburua…). Su capacidad para rebrotar de cepa debido a su peculiar sistema radicular, somero y cercano al suelo, le permitió emitir renuevos  y así pudo resistir mejor los embates de la modernidad. Sin embargo sucumbió inexorablemente a los incendios tan devastadores, al pastoreo intensivo y a la talas diezmadoras que arruinaron en parte los quejigales. Tanto es así que en muchos pueblos el quejigo era conocido como “chaparro” o “roble ruin”. Hoy, gracias a un conocimiento creciente y a la creación de reservas naturales como el parque de Armentia, podemos visibilizar  una de las muestras de lo que en origen fueron estos bosques de las laderas de nuestra Álava.

(Estos son los beneficios del bosque de Armentia. Interviene en la regulación del ciclo del agua reduciendo las escorrentías porque aumenta la infiltración del agua en el suelo. También atemperan la temperatura ambiental. Se calcula que en el interior del quejigal la temperatura es 5ºC inferior en el verano. Y por último mejora la calidad del aire que respiramos.
Cuidemos estos valores naturales pero también estos testimonios culturales  escritos en los árboles)












viernes, 1 de noviembre de 2013

Espinos de fuego

Fructificación de un espino de fuego en una isleta de Mendizabala, hábitat  habitual de este arbusto
El espino de fuego es un arbusto muy utilizado ya desde hace tiempo en muchos jardines de Vitoria y de otras ciudades. Su rusticidad y su resistencia a la contaminación del tráfico le han servido para constituirse en uno de los arbustos más saludados. Su porte irregular, sus frutos rojos o anaranjados, muy apretados entre sí, sucumben sin embargo a la poda dada su utilización para setos por su condición de arbusto espinoso. Sus espinas dispuestas a lo largo de sus tallos lo hacen idóneo para esta condición, por lo que constituyen bastiones inexpugnables e inviolentables para proteger huertas o jardines particulares. Es un arbusto que apenas alcanza la altura de un hombre, le gustan los emplazamientos soleados y todo tipo de suelos, siempre que estén bien drenados. Sus hojas son de forma obovada, con el margen ligeramente aserrado e incluso entero en algunos especímenes. Las hojas tienen además apariencia lustrosa, brillante. Sus flores blancas se hallan agrupadas en racimos corimbiformes y destacan en primavera. Pero su interés ornamental estriba en su fructificación abundante en forma de pomos globosos, del tamaño de un guisante y que se mantienen incluso en el invierno. Como dice el botánico Ginés González "llenan con su colorido el gran bache invernal de los jardines".
Es una especie de ámbito mediterráneo, desde Italia se extiende hasta los Balcanes y Grecia. En España se considera autoctóna una pequeña población que se cría en la Garrocha, en Girona.
No pasa además desapercibida para los automovilistas porque tiene una predilección por instalarse -naturalizada-en los márgenes y cunetas de las carreteras no solo próximas a Vitoria, sino de otros muchos lugares.


Ramilla rematada en una espina (espina caulinar) y detalle de sus hojas

lunes, 28 de octubre de 2013

El jardín de Zulueta: Notas de algunas especies de plantas (I)



El jardín de Zulueta es un jardín discreto un poco oculto a los paseantes del paseo vitoriano de la Senda, “el salón”, por el que también se le conocía. Escribo una cita de un vitoriano de entonces, de familia conocidísima en #Vitoria, los Fournier, que dice: "En la Senda, bajo los corpulentos plátanos, se congregaba el señorío, algo apartado del pueblo, formando corros y tertulias y fisgoneando a los novios incipientes".
 Era un lugar propicio para el descanso.
Esta casa perteneció, como digo, a Julián Zulueta y Amondo que emigró a América, más concretamente a Cuba, y tornó rico, a Vitoria. Recibió el título de Marqués de Álava.
En La Habana poseyó grandes extensiones dedicadas al cultivo de la caña de azúcar. Fue un personaje rodeado de mucha controversia dado que se dedicó al comercio de esclavos, transportándolos en grandes barcos desde Cabinda, en la orilla septentrional de Congo.
Las escaleras que arrancan del vestíbulo principal.Al fondo bellas vidrieras con los escudos de la familia.

Los jardines en torno a las viviendas se popularizaron a comienzos del siglo XIX en Inglaterra sobre todo con la construcción de viviendas adosadas para las clases populares. La irrupción no solo de una clase proletaria numerosísima en torno a las ciudades industrializadas sino también de una cuantiosa burguesía que demandaba viviendas enmarcadas en un espacio más natural y humano lo hicieron posible. 
Todos quisieron tener su jardín aunque con percepciones diferentes.
Estos jardines también se popularizaron en Vitoria porque para las clases adineradas contar con elegantes viviendas con un jardín representaba la constatación de un ciertos estatus social. Y económico.
Este jardín del palacio de Zulueta es de estilo romántico o inglés, al contrario que los jardines racionalistas de origen francés. El estilo romántico, del que el vecino parque de la Florida es copartícipe en cierta forma se caracteriza por el predominio de la vegetación sobre el paisaje, de la línea curva sobre la línea recta, del exotismo orientalizante sobre las formas clásicas. ¿Cómo lograr este conjunto, cómo armonizar estas exigencias ayudándose de la vegetación así como del resto de elementos arquitectónicos? Pues en primer lugar partamos de la concepción de la naturaleza para un espíritu romántico, algo atormentado. En primer lugar la naturaleza la concibe como una fuente inagotable de energía que se difunde de manera arrolladora e irracional. Todos los elementos están contenidos de manera aleatoria, sin un orden prefigurado. Todo en la naturaleza obedece a una irracionalidad que incluye al individuo. El individuo se ve pues mediatizado por las fuerzas naturales, el agua, el viento, el aire, el fuego. Las simetrías desaparecen,todo se halla distribuido de una manera antojadiza y caótica imitando a la naturaleza. Para ello juegan un elemento importante los elementos no solo vegetales que integran el conjunto sino también los elementos arquitectónicos u ornamentales. No faltan las fuentes, las cascadas, las pérgolas, los templetes, los estanques. No es raro también que inmersos en un jardín percibamos aunque de manera somera otra época histórica–la Edad Media– nos sintamos transportados a otro marco geográfico —lejano oriente–. Los caminos que lo recorren, al igual que otros jardines del mismo estilo, son sendas sinuosas que de la misma manera que proporcionan una sensación de mayor extensión, invitan al paseante a la sorpresa o a la incertidumbre dado que desconoce qué hay a cada revuelta del camino. En estos jardines este caso es palpable. Además las puertas que dan entrada al palacio se hallan en los extremos, rehusando una entrada principal. Gracias a esta particular ubicación, si accedemos por una de ellas nos encontramos con un bosquete formado por tilos y castaños de Indias y tras unos pasos nos topamos repentinamente con la escalinata de acceso al edificio. Sorpresa e intriga una vez más. Aludí al bosquete. El romanticismo se inspiró mucho en ellos. El bosque como elemento vegetal simboliza, en mi opinión, el entronque de la sensualidad y lo meramente sensorial del Romanticismo con la realidad física que lo sustenta, lo significa, lo vivifica: la tierra.El jardín se convierte así en una sucesión de escenarios e incluso de ambientes cambiantes que se vertebran; el camino recoge la idea de la pusilanimidad del ser humano y  de su vulnerabilidad ante el dramatismo e imprevisibilidad de la naturaleza. Es además la fuente inagotable  de inspiración creativa. Esta idea complementa la idea que de la naturaleza tiene el Romanticismo y que ya comenté más arriba.
Imaginad una noche de invierno. El viento frío, las ramas desnudas y al través de ellas , la luna brilla como un disco de platino.
Los jardines románticos se pusieron de moda a lo largo del siglo XIX con las clases más acomodadas, y también con el retorno de los indianos que retornaron de las antiguas colonias españolas en América, Cuba, Puerto Rico…
Eran una realidad palmaria de su poder económico, de estar también a la moda. No es de extrañar que el espíritu veleidoso de estas gentes convirtiera a sus jardines en escaparates a la vista de los demás o en simples demostraciones de poder y riqueza…

miércoles, 23 de octubre de 2013

Ramón J.Sender y yo

Ramón J.Sender representó para mí otro modo de enfrentarme a la literatura. Si la literatura es ese panorama vasto, enorme, repleto de palabras, imágenes, ideas y reflexiones que prefiguran el modo de entender, no solo la literatura, sino el mundo del que escribe, Ramón J.Sender concursaba de otra manera muy diferente a cómo lo habían hecho los escritores anteriores, mis escritores. Yo ya había probado a los del 98, en buena medida a los precursores de alguna manera, de aquella pléyade de artistas que compartieron época, estética, y temática. Azorín fue el primero de ellos. Luego vino Baroja y después el resto, Valle-Inclán, Maeztu,Unamuno…
Tras este período de lecturas noventayochistas, me remonté a la literatura de posguerra, y conocí mucho a Delibes, Cela, Sánchez Ferlosio. Pero Ramón J.Sender me costó. Algunas de sus novelas me resultaron fáciles, pero otras, la mayoría, se me presentaban ciertamente algo desconcertantes por su densidad narradora en algunos casos, por su complejidad en el tratamiento de la sicología de los personajes y por la cantidad de metáforas, imágenes, y variedad de estilos y formas.
Ramón J.Sender nació en Chalamera de Cinca, un pueblecito de Huesca en 1901 y murió en San Diego, California, en 1982. Tuvo un padre muy autoritario y muy pronto se escapó a Madrid, sin los estudios que iniciaría años más tarde. Fue siempre admirador de personajes algo revolucionarios. Más tarde, en 1923 fue soldado en Marruecos y su estancia en Melilla le hizo recoger noticias de primera mano acerca del desastre de Annual. Gracias a ello escribió dos novelas interesantes “Una hoguera en la noche” e “Imán” esta última escrita después de la guerra en 1930. Es un relato estremecedor, escrito con un gran realismo y veracidad. Se enmarca dentro de una corriente antiimperialista que recorrió Europa por aquellos años dentro de lo que se llamó la literatura de guerra o literatura bélica. Más tarde, escribirá dos novelas basadas en hechos tremendos que acaecieron en dos pueblos españoles y distantes entre sí: “El lugar de un hombre” (1939) y “Viaje a la aldea del crimen” (1934) basadas respectivamente en los crímenes tan luctuosos y aciagos de Cuenca y en los asesinatos por parte de la policía de un grupo de campesinos amotinados transcurrido en 1933.
Pero su novela más conocida es “Réquiem por un campesino español” que primeramente se tituló “Mosén Millán”. Ambientada en la Guerra Civil española, es una novela cruda, llena de un realismo que no cabe en el libro aunque atravesada de imágenes que la contagian de un lirismo profundo y conmovedor. Después vino “Crónica del alba”. Un resumen lleno de anécdotas, de vicisitudes de los primeros años del escritor. Un ejemplo de la emergencia del ser humano al mundo, el descubrimiento de su yo, el despliegue de sus capacidades, su evolución hacia la madurez. Una excepcional obra, extensa, pero amena. De la mano de Pepe Garcés (el autor habla mediante este personaje) nos narra su vida en los primeros años en su Huesca natal.Posteriormente, ya en “ El mancebo y los héroes” transcurrirá en Zaragoza para luego, en “La onza de oro” regresar al pueblo natal de sus abuelos en la montaña oscense. Este libro es una buena oportunidad además para conocer las costumbres ancestrales de los habitantes del Alto Aragón. Él, Garcés, nos narra la vida de sus abuelos y del resto de los habitantes. El campo era el marco en el que sus vidas se desenvolvían y el lugar en el que se entablaban sus luchas por su existencia. No puedo obviar la cantidad de novelas de índole histórica que Sender escribió. Cito a “Carolus Rex”, el intrigante y trágico libro “La aventura equinoccial de Lope de Aguirre” y también “Tres novelas teresianas”.

En resumen, sus novelas se pueden dividir en novelas realistas, en otras que son más bien oníricas, entroncadas con el surrealismo, “El verdugo afable”, “El rey y la reina”. También otras de índole periodística “Imán”, “Mr. Witt en el Cantón” y otras novelas de corte histórico “Carolus Rex” o “Tres novelas teresianas”. Sus años en América le llevaron a escribir novelas y relatos como "Novelas ejemplares de Cíbola" y "Epitalamio del prieto Trinidad". Como dije ya, Ramón J.Sender emigró a USA por contrariedades con el régimen advenedizo y no volvió más a España, a excepción de los últimos años de la década de 1.970 con una becaria suya y que posteriormente editó unas memorias acerca de sus días en España. Él siempre quiso volver a su país aunque su temperamento único, su independencia, no le convencieron finalmente y decidió permanecer al otro lado del Atlántico, donde finalmente murió en 1982. Leí que sus cenizas nadan en el Pacífico como una manera de asegurarse de su permanencia definitiva lejos de España, aunque él siempre confesó su profundo amor por su país. Ramón J.Sender, hasta siempre.

sábado, 19 de octubre de 2013

El quejigo

Un roble quejigo en el alto de Armentia, en la atardecida.
Estoy preparando un nuevo paseo con el centro de mayores del barrio de San Cristóbal en Vitoria-Gasteiz para conocer juntos algunas particularidades del bosque de Armentia, un parque forestal y recreativo que reúne 160 hectáreas de pura naturaleza. En él reside además el bosque primigenio y original que cubrió gran parte de la llanada alavesa. Es el roble quejigo su protagonista, este árbol mitad roble mitad encina tan propio del clima subcantábrico. Atávicamente, desde muy antiguo, fue empleado por el hombre para la obtención de leña y carbón, así que no es sorprendente encontrar árboles trasmochos, que recuerdan a las figuras de unos candelabros. Sus troncos recios, grises, cubiertos de diversas especies de líquenes sustentan sus ramas que antaño fueron amputadas pero que cicatrizaron y dieron una silueta especial a estos árboles. Es un parque desde un punto de vista florístico muy interesante.Alberga a una infinidad de especies de plantas que los acompañan y completan su séquito. No olvido a los mostajos, a los enebros, a las morrioneras, a los endrinos. En cuanto a aquellas plantitas más proclives al pisoteo del excursionista puedo recordar a la pulmonaria, al aro, al iris. También cumple su función recreativa. Existen montones de mesas para poder aprovecharlas y extensas campas en las que poder disfrutar de un día especial, lejos del mundanal ruido, de los claxones, de los estrépitos de la ciudad. ¿Y su papel protector? Nada desdeñable, por cierto, dado que este bosque salvaguarda el suelo protegiéndolo de las escorrentías y de la erosión dado el particular sistema radicular de este árbol.
Un árbol noble.Sí, ciertamente un árbol que ha llegada hasta nuestros días jadeante, exhausto, aunque con los suficientes arrestos como para continuar librando su lucha por su existencia y su supervivencia. Y es que este árbol, noble y tenaz, es un heroico vegetal que prevalece aún entre nosotros. Ha sido vilipendiado, explotado, arrinconado por las exigencias de la vida moderna, por los otros usos del hombre moderno que demanda nuevos espacios, cada vez más, para el mantenimiento de la industria, de los servicios, de las viviendas.
El quejigo, rebollo o gacico también en Álava es un roble de mediana estatura. Aislado crece a sus anchas, conforma una copa extensa, que da una sombra poca densa sin embargo. La corteza es grisácea, presentando ramificaciones en ocasiones desde la base en ejemplares agrupados, lo que origina un sotobosque denso.Las yemas son pequeñas, 3-5 mm. Las hojas son marcescentes, muy variables en tamaño y forma, obovadas o elípticas generalmente, margen dentado o lobulado incluso. Presentan un tomento al nacer pero desaparece rápidamente aunque lo conservan en el envés de la hoja. En Álava se sitúa en los cerros, en las laderas de los montes, allá donde aún a los hayas les resulta imposible sobrevivir por la ausencia de nieblas pero también donde el roble albar, más exigente en cuánto a humedad edáfica, no encuentra la suficiente, alojándose éste en las cunetas y zonas encharcables de la llanada central, es decir lugares como Olárizu, Aberásturi, Lubiano, Gobeo.
El gacico prefiere entonces los suelos calizos, con cierta sequía estival,aunque prefiere lluvias constantes a lo largo de todo el período anual.
Un roble noble.

lunes, 9 de septiembre de 2013

Arrimándome al arrabal

Pronto el estío nos dirá adiós. Pero el adiós del verano es la arribada del otoño, de esa multitud de acontecimientos que de una manera u otra pergeñan la estación melancólica, de tránsito, de mudanza a esa otra estación subsiguiente que es el invierno precario, insólito cuando sabe disfrazarse de blanco, de gris, entreverado de blancuras, atravesado por un ruido inexistente, o un silencio prístino acompañado del cielo azulenco si las nubes descorren el lienzo azul.
(Es de noche. En la chimenea arden ya crepitantes las maderas, aún húmedas, y subrepticiamente arden. La estancia dibuja las sombras de los objetos; un velón, una botella de vino, una jaula con su perdiz dentro.Un sotillo de álamos temblones asoma por encima de la ventana y la luna brilla como un disco de plata.)
Esta escena, que parece sacada de una obra dramática y que prefigura una escena en la que los personajes visten ataviados a la antigua; la mujer con pañuelo a la cabeza y faldas largas con faldriquera y el hombre, con un sombrero segoviano, camisa blanca con chaleco y pantalón gris algo raído con calzas. Los dos se miran en una penumbra consoladora. El fuego de la chimenea brilla en sus ojos tristes porque las cosas no han marchado como ellos anhelaban. El campo de Castilla impone su criterio, claudica torciendo las voluntades del hombre.


Las palomas cimarronas apeonan en las rastrojeras de Olárizu

Pero abandonemos la estancia descrita, algo lúgubre, y tornemos a una escena que prefigura el otoño. Es de ayer. Un bando de palomas (Columba livia var.domestica) apeonaba los rastrojos, los campos desnudos. Revolaban los campos de aquí para allá, sobrevolando las heredades, buscando los granos de trigo o de cebada diseminados en la tierra. Era un bando nutrido,denso y abigarrado por la diversidad de colores y tonalidades de los miembros que lo componían. La forma típica es la paloma azul; plumaje gris azulado con el obispillo de color blanco, dos barras negras dibujadas en cada ala, sobre el pico tienen una cera blanca muy característica. Aunque debido a los cruzamientos con otras razas existen jaspeadas de negro, de blanco…En las ciudades son muy típicas y abundantes. Son de hábitos gregarios y sus parejas crían durante todo el año. Su voz es el arrullo en el que el macho galantea con ardor y contumacia a la hembra, inflamando el buche, arrollándola y atosigándola sin desmayo. Es una imagen que se repite anualmente en el otoño, después de cada cosecha. Las palomas, en el amanecer vuelan a los arrabales de Vitoria, se alimentan allí durante la jornada y, en la atardecida, regresan a los tejados y oquedades de los edificios urbanos para descansar. Tienen un vuelo eficacísimo, veloz, elástico.

sábado, 7 de septiembre de 2013

Teresa la de Jesús y los corteses

Me levanté pronto, como casi todos los días. Pensé que el trabajo introduciría algún cambio novedoso en mi régimen horario pero veo que no. Así que tomé una ducha, me cepillé los dientes, salí a la calle. Tomé el coche y me dirigí a un rastro en el que se puede encontrar prácticamente de todo: peluches, sobrecamas, juguetes, discos, jaulas...y libros. He aquí mi sorpresa cuando nada más entrar en el local veo un libro de la editorial  SM que llevaba ya unas semanas buscando. Lo había encontrado previamente en una página de artículos de segunda mano en internet, pero allí estaba, con la portada mirándome y como diciendo "aquí estoy, aquí me encuentro, esperando que leas la historia que yo guardo en mis páginas". Departí un rato con el responsable del establecimiento. Era un chaval atento, con una expresión algo risueña en su rostro. Y casualmente, él también había estudiado en los Marianistas de Vitoria. Así que libro, el que esto escribe y aquel que os comento, concurrimos inevitablemente en un espacio común: lo marianista. Reprodujimos recuerdos y anécdotas, profesores y alumnos, metodologías y protocolos a pesar de los años que nos separaban de nuestras respectivas promociones. Algunos profesores ya no estaban, ni siquiera fuera del colegio ya, ni en esta vida. Otros los habían sustituido en sus enseñanzas impartiendo sus lecciones quién sabe si con metodologías más novedosas, innovadoras. Todo cambia y todo evoluciona. Sin embargo, hay algo que no parerce haber mudado: los alumnos y exalumnos de marianistas tenemos un sesgo especial que se trasluce en el modo de pensar, en el modo de expresarse; compartimos unos valores, una ideología típica, no me refiero a la ideología "per se" sino a un modo de conducirse que nos vincula inevitablemente. Años de estudios, de compartir profesores y vivencias, que de un modo u otro, han reproducido patrones similares en nuestras conciencias, en nuestros modos de pensar y quizá, también, en las maneras de vivir al margen de las inclinaciones políticas o de los valores de cada cual. Supongo que ahí estriba la libertad de pensamiento; rasgo unívoco de una educación crítica, algo de lo que yo creo que se ha intentado trasladar a mi vida de estudiante en el colegio. Yo desde aquí, desde este blog sencillo, nada atípico, convencional y sin ínfulas de nada extraordinario, quiero recordar con gratitud a Miguel Ángel Cortés, religioso marianista y hoy, con un puesto de mucha responsabilidad en la familia marianista. Quiero recordar su preparación y sobre todo su dimensión humana, su devoción religiosa, su discreción y su entrega al trabajo como profesor. Impartía la asignatura de Religión, y oficiaba, en la capilla del colegio, las eucaristías entre otros sacerdotes. Creo que era una persona con una moral y unas creencias muy arraigadas, sólidamente cristianas. Creo que era alguien muy preparado, escrupuloso en sus quehaceres, y su capacidad de comprensión le llevaba a mirar alto.
Teresa, la de Jesús, de Cortés
Disculpad mi tan larga digresión, vuelvo al libro en cuestión, que espera con ansiedad y desasosiego que yo lo cite, que le ponga nombre y rostro.Se intitula "Teresa, la de Jesús", del viñetista y colaborador de la editorial José Luis Cortés y cuyas ilustraciones resultarán familiares a todo aquel que estudió en los "marias".

jueves, 5 de septiembre de 2013

Treinta y cinco días

Torno nuevamente al desempeño de almacenero, a esta labor que no es ni oficio ni profesión, es más bien una tarea o un trabajo para el que no se requiere una titulación específica ni cualidades especialmente exigibles. Solamente la pericia en el manejo de la carretilla que la proporciona la experiencia y el esmero y la atención que a uno le vienen dados por motivos biológicos o educacionales. Así que cambió mi régimen biológico atemperado por el cambio de las circunstancias o por un cambio en el ritmo normal de los acontecimientos que, hasta hace apenas treinta y cinco días, eran cadenciosos, suaves, sin exabruptos. Los días pasaban acordes a mi estado de ánimo, y al revés. Casi como si los latidos del corazón que dan corporeidad a cada momento marcharan al compás del paso de los minutos, de las horas...Casi como si mis pensamientos dirigieran los días, o como si mis estados de ánimo coordinaran el aspecto del cielo en cada momento. Entonces si la tristeza me embargaba, cubríase el cielo de nubes; si la alegría regocijadora llegaba de no sé qué rincón de mi alma, las nubes descorrían la cortina azul ; el alma era el timón que yo manejaba y cuya dirección marcaba el pronóstico del tiempo para los días siguientes. Cuánta felicidad, cuánta dicha anticiparme al tiempo, desde la propia asunción de mi insignificancia, desde el propio asentimiento de mis incapacidades —incluso para cambiar aquello menos difícil, casarme con la lluvia o reconciliarme con los días grises con nubes también grises, desde cuyas panzas parecen precipitarse las noticias más tristes en forma de cartas de esas que ya nadie escribe. Así que me sentía como alguien en mitad del mar, a bordo de un bajel, dirigiéndolo y, empatando los días alegres y los días tristes. 

domingo, 25 de agosto de 2013

Preámbulo de vaguedades

Comenzar a escribir unas breves reflexiones, reflexiones de tipo literario, acerca de los libros que leo, es una labor que yo la asocio a los críticos, a los hombres sesudos muchos, hombres indagadores, que libran una batalla diaria con los archivos oscurecidos aún por la escasa luz del olvido. Mis aficiones literarias no propenden más que al libre antojo de quién se propone pasar un rato agradable con los libros y las lecturas, libres de la profesionalidad de quién se dedica por entero a esos quehaceres. Las mías son eso, aficiones algo arbitrarias y antojadizas. Escasamente logro mantener una cierta lógica en mis lecturas aunque, a ojos vista, repasando someramente los títulos escasos que pueblan mi biblioteca, existe un común denominador a todas ellos, es decir; existe en ellas una cierta equidistancia con aquello que llamamos Naturaleza y también, cómo no, con la historia de mi país. El escenario o la vía por la que transcurren muchas historias escritas flotan en un ambiente naturalístico: la naturaleza es el escenario, el lejos incondicional, ubicuo,
donde viven y representan los personajes. Y la Historia con mayúsculas entendida como el "tempo", el "accidente" que promueve el músculo del personaje y diseña sus modos de pensar y argumentar como individuos que son de su propio ámbito social. Son pues, naturaleza y sociedad, dos accidentes, dos relieves insalvables en la vastedad e inabarcabilidad del horizonte literario español.