4.- ÁRBOLES Y SÍMBOLOS Los
árboles han servido de símbolos por la admiración y veneración que los humanos
han sentido por ellos. Por sus grandes dimensiones, por ser una fuente
permanente de riqueza y alimento, por procurar sombra y cobijo, por su
longevidad testigo de varias generaciones de personas, han pasado a formar
parte de nuestra cultura en forma de leyendas, mitos y creencias. La
verticalidad de los árboles ponía en contacto ambos mundos; el cielo y la
tierra. Bajo la sombra de los robles vascos se celebraban consejos o
“batzarrac” que se transformaban en leyes no escritas pero de obligado
cumplimiento. El tejo es el centro del calendario celta porque es el testigo
inmutable del paso del tiempo, quizá por su longevidad. Para el poeta Ovidio el
camino al infierno estaba "admirablemente" adornado por estos longevos árboles. De la misma manera que el tejo es el árbol venerado por los pueblos del norte, el ciprés es el árbol sagrado y mitológico de los pueblos del ámbito mediterráneo. El ciprés estaba consagrado al dios Hades de los griegos. Hades era también el mundo subterráneo de las profundidades, rico en minerales y metales preciosos.Según la mitología griega, allí descansaban los muertos aunque les fuera permitido regresar al mundo de los vivos para "arreglar sus cuentas". Hades o Plutón para los romanos, les cedía un casco que les otorgaba el don de la invisibilidad y podían resarcirse así más fácilmente de sus enemigos. Después debían retornar al Hades. La mitología celta y clásica gira continuamente entorno a
los árboles.O antiguas creencias de carácter pagano como que ahuyentaban a los
rayos o protegían las haciendas de las tormentas. ¿Es por ello que existe un
ejemplar de laurel junto a la ermita de San Juan? Julio César tenía siempre a mano una corona de laurel para ahuyentar al rayo, y así un montón de ejemplos más.
Las vainas ya abiertas de las catalpas se amontonan en las márgenes de las sendas del parque en la primavera tras haber permanecido durante el invierno sobre las ramas de los árboles.
5.-LOS HAYAS: HABERLOS, HAYLOS
Me refería al carácter norteño del
parque de Arriaga. Entonces es el lugar apropiado para los hayas. Según reza una
sentencia popular “El haya, los pies secos y la cabeza mojada”. Esto nos quiere
indicar que por su ubicación en laderas con cierta pendiente y una fuerte
infiltración del agua en el sustrato hace que deba suplir esta carencia de
humedad constante en el suelo con una fuerte humedad presente en el aire, lo
que le procuran las nieblas tan presentes en las altitudes medias y altas de
nuestras cordilleras. Las márgenes de las hojas de estos árboles de carácter un
tanto mágico están recubiertas de una pilosidad que “atrapa” al agua
condensándola y vertiéndola como si se tratara de pequeños canalones, hacia el
suelo. Los hayas fueron aquí plantados por los jardineros pero se han habituado al entorno de nuestras ciudades por su afán generoso, tal es la cualidad de los árboles y de la Naturaleza.
En el parque podemos observar
el haya común, y dos variedades de jardinería: el haya de hojas púrpura y el haya llorona de ramas caedizas. Haberlos, haylos.
No obstante, no los confundamos con los ubicuos y muy estimados ciruelos mirabolanos...
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