0.- EL PARQUE DE ARRIAGA El
parque de Arriaga consta de 180.000 ha. Se construyó en 1979 sobre antiguas
tierras de labranza y de cereal. Es el
de mayor extensión. Además alberga más de 150 especies de árboles y arbustos. Es
un auténtico parque botánico. Su situación geográfica, al norte de la ciudad y
la influencia oceánica posibilita el crecimiento de especies propias de los
bosques templados y húmedos como los tan ornamentales hayas de hojas púrpuras,
los arces o los robles albares. El entorno industrial siempre gris y
contaminado representado por la actividad febril de Michelin y el intenso
tráfico de las circunvalaciones vecinas del entorno hacen de este parque un
auténtico pulmón verde. Además de la rosaleda y su corolario de plantas
aromáticas contiguas al aparcamiento debemos destacar la zona denominada “Parque
de aventuras”. En torno a la pequeña cascada y los recoletos estanques de
inspiración japonesa se hallan allí representadas las especies que componen el
rico sotobosque típico de la vegetación de la llanada alavesa. Junto a la
ruidosa y caótica circunvalación y en la zona más despejada y luminosa del
parque residen las coníferas como los cedros, los abetos o las secuoyas, tan
amantes de la luz. Para ello será necesario pisar el césped para poder admirar
sus bellas siluetas y diseños tan dispares y comparar unas con otras. En la
zona del parque junto a la calle de Aguirrelanda aún perduran los nogales, los
avellanos y los cerezos que fueron plantados en lo que fue una zona destinada a
huertas.
Junto a la ermita juradera de
San Juan, dos ringlas o filas de chopos cruzan el parque y nos recuerdan que
por allí pasaba y pasa aún el río Abendaño aunque sumergido en la oscuridad del
olvido (y del asfalto)
Este conjunto de cedros junto a Juan de Ayala parecen bailar como derviches
En la imagen de arriba una Picea pungens, de un llamativo color glauco o azulado, es frecuente en el parque. Detrás de ella le secundan los álamos boleanos, de troncos blanquísimos y de perfiles columnares. En la siguiente fotografía os muestro unas tumoraciones algo recurrentes en estos árboles. La madera, quizá por la acción de una bacteria, comienza a dar signos visibles de pudrición y el viento del otoño los quebrará irremisiblemente poniendo un punto y final a su ciclo biológico.
Los parques urbanos son además modestas aunque interesantísimas colecciones botánicas. Las diferentes variedades de cada especie creadas por el hombre se proponen ensalzar tal o cual cualidad. Existen formas lloronas "pendula", formas piramidales "verticalis" o formas rastreras con una clara vocación arbustiva "horizontalis". El color del follaje también puede ser un factor ornamentístico; las tonalidades azuladas o grisáceas reciben el adjetivo de "glauca" o un otoñal follaje púrpura recibe el apelativo de "purpurea".
Me maravilla y sorprende a la vez la vocación decididamente espartana, sobria, adusta de nuestra vegetación ibérica. Las duras y rigurosas condiciones que se imponen sobre nuestros árboles les imprimen un carácter recio, montaraz, bravo. Lejos de la bucólica campiña, de la blanda y sinuosa loma o de la planicie risueña de nuestros países vecinos de Europa, aquí la vegetación ha de asentarse en escarpados y pedregosos cerros, orientados en muchos casos a un sol cegador, a una lluvia casi inexistente. Inevitablemente pienso en Azorín o en Baroja cuando fundieron en sus textos psicología y paisaje. Luego llegó Ortega para desmentirlo y presentar al paisaje como un espacio absolutamente moldeable y esculpible. Para Ortega la Castilla desamueblada era un rasgo más de la más absoluta desidia y dejadez del español. Definitivamente años más tarde llegará Delibes "desnoventayochizando" Castilla.
2.- MIEDO AL INVASOR Las
especies invasoras tienen la particularidad de ser plantas muy adaptables a los
diferentes climas y condiciones de cada lugar. Libres de competidores que
frenen su expansión, se reproducen desaforadamente poniendo en peligro a otras
muchas otras especies. Su erradicación es difícil dando lugar a un impacto no
solo ecológico sino también económico puesto que su erradicación requiere de
medios a veces muy costosos. No olvidemos tampoco el impacto que muchas veces
olvidamos, el paisajístico, alterándolo, diluyendo el carácter que la
vegetación de cada zona imprime al paisaje, a sus características no solo
culturales sino humanas. Un caso particular es el Ailanto, que crece por doquier en el parque de Arriaga al amparo de
la cobertura que le prestan los macizos arbustivos. Esta planta es una
exterminadora nata. Segrega una sustancia tóxica en las hojas y tronco que
interviene en la modificación de las propiedades químicas del suelo limitando
el crecimiento del resto de plantas en sus alrededores.
En esta imagen de la izquierda un ailanto crece espontáneamente entre unos macizos de cotoneásteres. Tiene unas hojas larguísimas que pueden llegar a los 50 centímetros. Si las frotáis segregan un olor acre muy característico. Tiene cierto valor ornamental dado que en el otoño sus frutos toman un color púrpura que destaca sobre el follaje verde aún. A pesar de su sambenito por su carácter invasor, no deja de tener su espacio reservado en el parque, como un ejemplo de lo que no debe ser, de la falta de previsión en la toma de algunas decisiones, muchas veces provenientes de las administraciones.
También se le llama Árbol del barniz o Falso zumaque.
3.- FLORES QUE NO VEMOS Estamos
acostumbrados a ver florecer a numerosas plantas de flores muy llamativas y
vistosas. ¿Quién de nosotros no se ha detenido durante nuestras caminatas para
observar la temprana floración de los cerezos y de los espinos en la primavera?
Resulta que existen otras especies que por su floración discreta apenas nos
detenemos a observarlas, pero florecer, florecen. Es el caso de los robles,
cuyas flores se agrupan en amentos y pasan muy desapercibidas, al igual que los
Falsos arces o sicómoros. No debemos olvidar que en el parque de Arriaga, como
en la mayoría de los parques urbanos, existen plantas provenientes de lugares
remotos de características climáticas muy diferentes de las nuestras. Es por
ello que muchas especies de árboles florezcan ¡en pleno otoño! tal es el caso
de los cedros.
En esta fotografía podéis apreciar los amentos masculinos de la encina que crece en uno de los rincones del parque, junto a la rotonda de América Latina. Los amentos son esos filamentos colgantes en torno a los cuales crecen las diminutas flores masculinas. La encina (Quercus ilex subs. rotundifolia) es un árbol mediterráneo, amante de la luz. La madera de la encina es tenaz y resistente. Su hoja perenne parece no inmutarse al paso de las estaciones, excepto en la primavera cuando sus nuevas hojas tienen un tono verde más pálido que contrasta con las hojas maduras.
La silueta redonda de la encina es la imagen viva de la idea de fertilidad y de abundancia. |
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