domingo, 1 de marzo de 2015

Moraza: Extravíos y desmemorias

No he querido olvidar unas fotografías que recogen algunos rincones de este pueblecito treviñes que visité ya ha hace algún tiempo, acostado y cobijado su caserío en la sierra de Portilla, casi en los confines de la provincia de Álava. Así no seré yo quién sea cómplice del olvido sumando más olvido al olvido, más desmemoria a la desmemoria.
De este modo, esta entrada que hoy escribo, pasados ya unos meses de aquella excursión algo accidentada por lo escabroso del terreno y por las nieblas densas del invierno que desdibujaban la geografía, sirva como un pretexto para anejar algunas imágenes y contradiga así al olvido rescatando de mi cámara fotográfica algunas imágenes siempre enmohecidas por el paso del tiempo,pruebas testimoniales de que la vida, a pesar de todo, continúa también allí pero ya despojada de sus procedimientos tan característicos por constituirse como un modo de vida uncido a la tierra y a la naturaleza.

La iglesia románica,dedicada a San Juan, se encontraba en un estado calamitoso y ruinoso; la maleza se inmiscuía entre las grietas y oquedades, mordiendo los sillares y acrecentando la ruina y ahondando la miseria y el abandono contrastable con épocas de más esplendor que hubieran recogido seguramente aquellos recios sillares. La espadaña soportaba resignada el peso de los bronces de las campanas y el silencio de los años.Según leí, los modillones de rollos y que todavía se pueden apreciar junto al ábside son o tienen reminiscencias mozárabes y son únicos en la provincia de Álava.Sobre sus muros, junto al pórtico,los vecinos más jóvenes,niños quizá en sus ratos de juego,habían escrito los nombres de sus deseados, arañando para ello la piedra con un punzón improvisado y quién sabe si pasados los años y vueltos sus ojos al recuerdo puedan cobrar trozos de su vida más temprana releyéndolos con añoranza
Las calles de Moraza son estrechas,mudas y pinas repartiéndose las pocas casas desordenadamente. Unas casas eran de labranza ahora destinadas a otros usos despegados de los faenas del campo y alejadas de la tiranía de la tierra y otras, recias y notables, mostraban sus escudos modestos, nobiliarios, y sus puertas atrancadas sumiendo en la oscuridad y el silencio a las piezas interiores.

El monte de Moraza está rendido al abandono y ofrecía una vegetación preñada de bojes que habían recolonizado antiguos pastos o pasturas. Los hayas más jóvenes luchaban tímidamente contra el denso sotobosque para abrirse paso por entre su dominio y mostrar sus ramas resarcidas a la luz del sol que renunciaba a asomarse en el cielo. La acometividad de los bojes pugnaba con los hayedos siempre mansos y risueños atrincherándose en las angosturas y honduras más sombrías representándose ambos mundos contrapuestos en el hayedo y en el bujedo. Pude observar en los márgenes de los caminos intrincados y difíciles y sobre algunos troncos de árboles derribados que, como esqueletos inhumados atestiguaban su antañona vida ya extinguida, a una rica y variada colección de hongos y setas cuyas identidades no logré objetivar.
Vuelto al camino y mientras yo caminaba ganando altitud, la niebla se densificaba y el silencio se interrumpía en ocasiones roto por el tamborileo de un pico picapinos o por la esquila de una yegua salvaje que sonaba misteriosa en los confines de la sierra de Portilla. La lluvia también prorrumpía en intervalos percutiendo en las hojas de los hayas en aquel otoño postrero que claudicaba por un invierno en ciernes.Los caminos, ya cercanos a la cima, se multiplicaban, las sendas se desdibujaban y bien se podía decir aquello de que "todos los caminos conducen a Roma". Desde lo alto, amplias panorámicas de los montes circundantes. Hacia el sur los paredones grisáceos de la sierra de Cantabria, entenebrecidos por aquel cielo gris y apocado y hacia el norte unas lomas suaves y redondas, desleídas por la niebla.

Vayan pues a continuación estas imágenes extraídas de la memoria, como un antídoto del olvido, de ese olvido que se esparce con sigilo allá donde le dejemos, como el xilófago que destruye la madera a su antojo, taladrándola y tornándola inservible. Procuremos entonces enmendar el daño hasta donde la memoria alcance, restituyendo aquellos extravíos que olvidamos en el camino y procurando que esta difícil aunque obligada tarea no vuelva a perderse en siguientes andaduras...

Rogativas,procesiones,sagrarios,dalmáticas,exequias...



Pedos de lobo







"...según leí sus modillones albergan reminiscencias árabes."





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