sábado, 14 de marzo de 2015

El Pino carrasco

Una de nuestras coníferas más abundantes en los montes y sierras de la península es el pino carrasco o pino de Alepo.
Es un árbol muy sufridor,estableciéndose con arrojo y valentía sobre suelos pobres, a veces muy calcáreos. Su resistencia a la sequedad ambiental  y sus escasas apetencias hídricas a lo largo del año le constituyen como una especie pionera e insustituible allí donde a otras especies les resultaría difícil su asentamiento por unas condiciones del medio tan exigentes.No es extraño entonces verlos crecer en cerros raquíticos y laderas desposeídas de vegetación y donde el agua de la lluvia originó cárcavas que delatan un progresivo e imparable deterioro del suelo.
El Pino carrasco es una conífera de ámbito mediterráneo, amante de la luz e indiferente a los suelos donde se asienta, siempre que no sean excesivamente arcillosos ni compactados. 
Sus acículas son muy delgadas y flexibles, de color verde claro, lo que le proporciona una apariencia general muy luminosa porque la luz del Sol se infiltra con facilidad a través de su follaje poco denso. Las piñas van sujetas a las ramas por unos pedúnculos más o menos largos, lo que resulta un rasgo identificativo de esta especie tan sobria y modesta aunque noble y dura. Las piñas son,como decía, de aspecto cilíndrico, algo recurvadas hacia el interior y generalmente dispuestas en pares a lo largo de las ramas, persistiendo en ellas durante largo tiempo, abandonando el color intensamente ocre y rojizo hasta que un color gris ceniciento y algo jaspeado las invade completamente para caer al suelo finalmente.
Las flores están agrupadas en conos floríferos.Las flores masculinas son sobreabundantes repartiéndose por doquier a lo largo de todo el árbol en detrimento de las flores femeninas que casi son inapreciables. Éstas tienen un aspecto de piñitas diminutas de un color púrpura que va desvaneciéndose a medida que culmina la polinización primaveral (Lamento no tener una fotografía que los ilustre.)
El tronco crece recto en los primeros años aunque tiende a doblarse y retorcerse en los ejemplares más ancianos. La corteza es gris, fisurándose longitudinalmente con los años y adquiriendo esas acanaladuras matices anaranjados. Hay que pensar que las coníferas crecen en ocasiones en laderas muy expuestas y el viento los doblega a su antojo, adquiriendo formas  a veces inverosímiles,entre fantasmagóricas y un poco tétricas, sobre todo si los observamos a la luz del crepúsculo, asomando ya la Luna por las serranías peninsulares. 
Es un árbol frecuente en la región mediterránea, Cataluña, Comunidad Valenciana y región de Murcia aunque no desdeña adentrarse en el interior, viviendo en amplias áreas del valle del Ebro aunque rehuyendo, no obstante, de los inviernos excesivamente fríos,prefiriendo los suaves y algo lluviosos para hacerse con la cantidad de agua suficiente que el tórrido verano peninsular le niega. 
Es frecuente su aparición en Rioja alavesa sobre lomas y cerrillos muy castigados por la erosión, disfrazándolos si cabe con alegres pinceladas de color verde claro sobre el terroso y un poco fosco paisaje de aquella región vinícola.
Fue un árbol resinero allí donde su congénere, el Pino marítimo o rodeno,faltaba. De su tronco, mediante incisiones o entalladuras en su corteza, los resineros lograban "sangrar" la resina y de ahí una sentencia popular que dice "Cuando el pino llora, el resinero ríe". 

¡Vivan nuestros pinos ibéricos!



Porte general 

Piñas  

Las acículas son delgadas y flexibles, de un verde claro


Conos masculinos en cada extremo de los ramillos


Detalle de la corteza agrietada longitudinalmente en los ejemplares viejos

Las piñas se observan a través de sus copas



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