Durante mis visitas a unos cuantos pueblos, Aguillo, Imíruri, Argote,Torre,Dordóniz, Taravero...y otros muchos más, acumulé muchas fotografías en las que reflejé sus casas, muchas ya deshabitadas, sus fuentes vivas de piedra gris, sus lavaderos y sus molinos. También me crucé con sus pobladores, como aquel ganadero de Aguillo, cabrero y labrador y otras muchas cosas más, todas ellas, relacionadas con las tareas agrícolas y, claro está, con los cosas del campo. Aquel vecino era, con toda la prudencia y si me apuráis, una imagen viva de su tierra, un testamento vivo sobre el que se podía leer lo más puramente genuino del hombre que, generación tras generación, modeló unas costumbres y unas creencias que han desaparecido a nuestros ojos pero que se mantienen en las construcciones, en el paisaje, en la vida que se perpetúa silente. Sin embargo es un modo de vida que mengua diluyéndose en los nuevos tiempos. Restan pocos pueblos en los que lo antiguo, lo más característico de una vida ya desaparecida se muestra tal cuál es, a la vieja usanza. Movido por la curiosidad, busqué alguna bibliografía en la que pude apoyarme y en la que encontré algunas respuestas. Y sobre ellas, sobre aquellas lecturas clarificadoras, surgieron inevitables nuevas preguntas cuyas respuestas están aún por llegar y esclarecer. Entre aquellos libros puedo citar "El Condado de Treviño.Contribución al estudio de una geografía humana" escritor por Deogracias Estavillo que nació en el pueblo treviñes de Dordóniz. También, una trilogía de libros, muy asequible y clarificadora publicada por Eusko Ikaskuntza. Sus autores son varios, entre los que destaco a Isidro Sáez de Urturi y otros. A Isidro le veía en televisión, en un programa local sobre antiguas tradiciones alavesas y que se emitió hace ya varios años, conducido y presentado por la periodista Gema Espinosa y que he visto publicado en las librerías algún libro suyo.
El último de esta serie corta de publicaciones es un volumen titulado "El tiempo detenido: Viejas fotografías del Condado de Treviño". Este libro contiene muchas fotografías de los pueblos treviñeses y los textos corren a cuenta de la historiadora Ainara Miguel Sáez de Urabain, consiguendo que el lector se convierta en espectador y cómplice de un tiempo fugaz pero patentizado y "detenido" ante nuestra mirada. Destaco también la obra de Landázuri "Treviño Ilustrado" incluida en su "Historia Civil de la M.N y M.L provincia de Álava".
El último de esta serie corta de publicaciones es un volumen titulado "El tiempo detenido: Viejas fotografías del Condado de Treviño". Este libro contiene muchas fotografías de los pueblos treviñeses y los textos corren a cuenta de la historiadora Ainara Miguel Sáez de Urabain, consiguendo que el lector se convierta en espectador y cómplice de un tiempo fugaz pero patentizado y "detenido" ante nuestra mirada. Destaco también la obra de Landázuri "Treviño Ilustrado" incluida en su "Historia Civil de la M.N y M.L provincia de Álava".
Durante mis esporádicas visitas a los pueblos del Condado, visitas que fueron azarosas y aleatorias, encontré rasgos comunes que los caracterizaba de alguna manera. Vi,bajo los tejados cubiertos y tapizados por los líquenes y musgos, los aleros de madera de las casas, algunos simple y llanamente dispuestos sin ornamentación alguna, otros decorados con volutas y acantos. Muchas casas distinguidas se abrían al visitante, mudas y silenciosas, y yo miraba sus paramentos, son enormes adintelamientos sobre las puertas. Y sobre ellas, en sus partes centrales, sus escudos nobiliarios flanqueados por yelmos y lambrequines. En Urarte, en la casa de los Sáenz del Castillo dos músicos se representaban con sus guitarras, ociosos y ajenos al trabajo siempre deshonroso reservado a los campesinos y siervos.
Un canecillo en el ábside de la iglesia de Nuestra Señora de la Asunción de Arana (Treviño) |
Hoy, cuesta imaginar que todo aquello ya despareció y uno diría que la vida moderna,con su vertiginosa y meteórica huida hacia adelante, va despojándose de lo más valioso, de lo más trascendentalmente humano hasta quedar reducida a una especie de escombro inservible, a un despojo o esqueleto al margen del camino.
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