Los cerros de Esquibel y Gomecha |
Los antecedentes del parque de
Armentia se remontan allá por el año de 1974 cuando la Diputación Foral de
Álava realizó las primeras repoblaciones forestales con especies exóticas
provenientes, en su mayoría, de Norteamérica. Tuvieron un doble objetivo; por
un lado ensayar diferentes especies aún no empleadas en otras explotaciones
forestales de la provincia y por otro, la creación de un parque botánico. Cabe
de paso, sugerir un paseo por este espacio ubicado en la finca Las Ruines,
junto al arroyo de Requera, en uno de los extremos del parque. La variedad de
especies y la alternancia de frondosas y coníferas exóticas realza su valor
paisajístico fácilmente observable en el otoño desde el cerro de Esquibel.
Posteriormente, ya en 1997, la
Diputación firma un convenio con el Ayuntamiento de Vitoria-Gasteiz para su
gestión. Y un año más tarde, es declarado parque del anillo verde. Consta de
165 hectáreas y compite por su extensión con el parque de Salburua, aunque no le alcanza.
El quejigal de Armentia desde el cerro de Esquibel, en el otoño de 2013 |
Debemos recordar que la llanada de
Álava se sitúa en esa banda climática intermedia entre el clima oceánico y el
clima mediterráneo; dos mundos opuestos pero que se dan la mano en nuestra
provincia. Esta especial situación es aprovechada para el asentamiento del
roble quejigo (Quercus faginea), protagonista no solo del robledal de Armentia
sino de otros robledales ubicados en las laderas y cerros de nuestra provincia.
Recordemos los quejigales de Cerio, de Araca, de Ariñez, de Júndiz… Una
cualidad relevante de este árbol es que sus ramas mantienen las hojas secas
durante todo el invierno y no las tiran hasta la primavera siguiente. Quizá por una cuestión de economía, quizá por servir de protección y escudo a las
yemas venideras. El roble quejigo se asienta en las laderas medias de los
montes; rehúye de las nieblas pertinaces, casi constantes, de las altitudes más
altas, reino de los hayas. Por otro lado, este roble escapa también a los
niveles inferiores, es decir, a los llanos, donde los suelos son más arcillosos
y susceptibles de encharcamientos. Es entonces cuando otro roble, el roble
albar (Quercus robur) acomete la oportunidad
y se instala feliz. No renuncia sin embargo tampoco a nuestro clima
submediterráneo porque a las condiciones del suelo antes enunciadas, arcillosos y ricos en nutrientes minerales, se le unen
las nieblas tan típicas de las jornadas anticiclónicas que suplen o atenúan la
sequedad estival. Robles albares podemos observar en la dehesa de Olárizu donde
aún se mantienen restos de los robledales que ocuparon gran parte de la llanada. Son lo que se denomina bosques-isla y que en cierta manera lo es
también el bosque de Armentia.
En resumen tenemos los tres pisos
de vegetación que corresponden a cada una de las especies ya repasadas.
En las alturas, el hayedo. Inmediatamente
después el quejigal. Y por último, en los fondos de cubeta de la llanada, el
robledal de roble albar.
Hoy en día, la situación ha cambiado
bastante. Los nuevos usos del suelo han demolido casi en su totalidad la
vegetación y no es ni de asomo la que fuera hace décadas atrás. La vegetación
es dinámica y cambiante y se adapta a las nuevas circunstancias.
Pero la especial ubicación del
quejigal, a media ladera, le ha salvado en parte de los estragos del tiempo, y
del hombre. No solo ha escapado de la construcción de las múltiples
infraestructuras humanas (autovías, aeropuerto de Foronda, las nuevos barrios
de Zabalgana y Salburua…). Su capacidad para rebrotar de cepa debido a su
peculiar sistema radicular, somero y cercano al suelo, le permitió emitir
renuevos y así pudo resistir mejor los
embates de la modernidad. Sin embargo sucumbió inexorablemente a los incendios tan devastadores, al
pastoreo intensivo y a la talas diezmadoras que arruinaron en parte los quejigales. Tanto es así que en muchos pueblos el
quejigo era conocido como “chaparro” o “roble ruin”. Hoy, gracias a un conocimiento creciente y a la creación de reservas naturales como el parque de
Armentia, podemos visibilizar una de las
muestras de lo que en origen fueron estos bosques de las laderas de nuestra
Álava.
(Estos
son los beneficios del bosque de Armentia. Interviene en la regulación del
ciclo del agua reduciendo las escorrentías porque aumenta la infiltración del
agua en el suelo. También atemperan la temperatura ambiental. Se calcula que en
el interior del quejigal la temperatura es 5ºC inferior en el verano. Y por
último mejora la calidad del aire que respiramos.
Cuidemos
estos valores naturales pero también estos testimonios culturales escritos en los árboles)
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