Portada del abecé con motivo de su muerte en 1920 |
En la época late una profunda ansia por que el país recobre las energías perdidas, se modernice la administración, la economía resucite, los males del campo agrario se compongan...pero vendrá, inevitablemente, la crisis de 1898 tan solo dos décadas después, sumiendo nuevamente a España en los puestos ulteriores del escalafón europeo.
La novela revela la desesperación de un hombre cesante de la Administración, Ramón Villaamil, que lucha desesperadamente por una vacante con el propósito de implantar sus ideas renovadoras de índole administrativo pero también moral y ético que lleven a la administración a una profunda transformación no solo del aparato burocrático sino de las personas que la dirigen.
Como veremos, Ramón fracasará, pero Galdós, utilizará este naufragio, este arruinamiento personal en el fracaso una vez más de la moral, de la derrota del individuo contra una Administración aposentada en el chanchullo, en el tejemaneje, en el favoritismo. De esta manera, dado que en el tiempo en el que transcurre la novela se sucede un cambio político y de Gobierno, Ramón perderá posibilidades de emplearse nuevamente y dado que nueva gente llega con otras aspiraciones se verá inexcusablemente relegado a una cesantía perpetua que le llevará por conseguiente a un destino trágico aunque algo previsible. La historia de la novela es la historia del desgaste personal de Villaamil. De ello se encargarán algunos personajes que escenificarán profundos descontentos, limarán sus aspiraciones una y otra vez hasta sumirlo en una atonía o indiferencia que Galdós, al modo de Cervantes, aprovechará para redimirlo, liberarlo de una cordura malsana, incapacitadora y limitante de las verdaderas potencialidades del individuo.
La novela se desarrolla enteramente en Madrid. Diversos recorridos de diferentes personajes lo demuestran. Los escenarios son la casa del matrimonio Villaamil; Pura y Ramón. Otros escenarios son el Teatro Real, por la afición a la ópera de las hermanas Pura y Milagros para dejarse ver y darse el tono tan de la época. El despilfarro en la familia es casi constante. Los años de cesantía por parte del protagonista principal sumen a la familia en un angustioso declive económico, en una pobreza llena de pudor, librada en ocasiones por otro protagonista que aparece más tarde,desencadenante, por sus acciones, del final trágico. Este personaje es Víctor Cadalso. Los aportes esporádicos de dinero a la familia, obsequiosos y lisonjeros, no son gratuitos. No buscan más que el entrometimiento de éste en la familia como un trampolín que le lleve a colmar sus aspiraciones en la Administración y optar así a una vacante, a espaldas y en detrimento del otro desgraciadísimo opositor.
Más personajes. Aludí a la familia Villaamil. Constaba además de Milagros, hermana de Pura, cuñada a su vez de Ramón. Significa el destino malogrado. Tuvo tentativas de encumbramiento hacia una carrera artística como cantante de ópera que finalmente se malogró. Vuelta de aquellos días, se encomendó a las cosas del hogar pero siempre suspirando por las artistas profesionales. Las idas y venidas al Real junto con su madre Pura y su hermana Abelarda - las Miaus- tal y como se las conocía en aquellos círculos de la capital madrileña por su semejanza física con estos felinos,serán recurrentes en toda la obra. Galdós recurre a lo largo de toda la novela a la animalización de los personajes, les dota de cualidades de diversos animales para denotar su poco sentido moral, tal vez como una deformación de la realidad. En este punto Ramón, siempre ajeno a las grandilocuencias y a las notoriedades de alguna clase, sufría el escarnio. Y es que no dejaba de ser un despropósito para su honorabilidad ver cómo él y toda la familia vivían en una pobreza depauperante por las vicisitudes del desempleo en mitad de una pobreza que amenazaba a toda la familia mientras ellas banalizaban con sus cánticos.
Abelarda, la hija de Ramón era el contrapunto de la familia. Era la imagen de la sumisión, de la obediencia. Víctima, tal vez por su credulidad y debilidad de carácter, de los engaños de Víctor que la utilizará sin escrúpulo alguno para la consecución de sus pretensiones. Las muestras de cinismo van a rayar la crueldad más absolutas hacia la persona de Abelarda. Pero ella será también un pretexto para enlazar con lo trascendente y va a poner en contacto el materialismo burgués imperante con una religiosidad más o menos creíble. Es entonces cuando aparece el ámbito de las iglesias como la de las Comendadoras. Transcribo una breve episodio en el que se describen unas imágenes que en tal convento reposaban:"Ésta se hallaba al pie de la Cruz, rígida en su enjuto vestido negro y en sus tocas de viuda, acribillado el pecho de espaditas de plata, las manos cruzadas con tanta fuerza, que los dedos se confundían formando un haz apretadísimo. El Cristo, mucho mayor que la imagen de su madre, extendíase por el muro de arriba, tocando el techo del templete con su corona de abrojos, y estirando los brazos a increíble distancia. Abajo,velas,los atributos de la Pasión, ex-votos de cera, un cepillo con los bordes de la hendidura mugrientos, y el hierro del candado muy roñoso; el puño del altar goteado de cera, la repisa pintada imitando jaspes." Es usual en el autor su canto a la magnificencia del arte encerrado en las iglesias aunque denunciaba el mal gusto con el que se adornaban, de manera muy común, las iglesias. En torno a ambos escenarios, administración e iglesias, debemos remitirnos al escenario de la familia, a la que Galdós le da una prevalencia en sus novelas como núcleo fundamental de la sociedad y transmisora de valores. La familia Villaamil es una familia típicamente burguesa venida a menos. Enarbola los valores dominantes, aunque fluctúa entre el materialismo atroz de las Miaus y un pragmatismo evidente en el padre de familia y un pragmatismo religioso al que acuden cuando las cosas se tuercen. Un ejemplo de ello es cuando Ramón ya bastante decaído y derrotado por los acontecimientos, prorrumpe en la iglesia y reza tal vez cómo un último recurso para la obtención de la vacante.
No he aludido aún al hijo de Víctor Cadalso y nieto, a su vez, del abuelo Ramón. Se llama Luisito. Es huérfano dado que su madre, presa de los desvaríos del amor, de un irrefrenable sentimiento amoroso, agravado además por una enfermedad nerviosa, muere fatalmente. Es entonces cuando Víctor ingresa a su hijo y le deja al cuidado de la familia Villaamil. En torno a este asunto, traslucirán a lo largo de toda la novela enconadas disputas familiares, siendo Luisito permanente moneda de cambio. Finalmente, ya al final de la novela, su cuidado y manutención es encomendado a la familia Cadalso, padres de Víctor.
Luisito, en mi opinión, refleja la incapacidad del individuo frente a los acontecimientos de la vida y de la sociedad. Viene a la vida ya enfermo. Pronto es estigmatizado en la escuela por ser de las Miaus, lo que le sumirá en un cierto retraimiento. Este hecho no le supondrá dificultad alguna aunque sí le supondrá un cierto obstáculo a la hora de llevar a buen puerto sus estudios en ciernes. Luisito es noble, tiene un afán sobresaliente por ayudar a la familia y sacar a su abuelo ←lo llama "papá"←, de la cesantía sumido por ello en una honda preocupación. Hará gala de un autoconocimiento nada inusual en un niño de su edad lo que dará lugar a afirmaciones lucidas y clarividentes relativas a los problemas que le rodean. Luisito es además un muchacho imaginativo y tiene visiones en las que él dice afirmar que ve a Dios y le cuenta cosas. Galdós ni niega ni afirma la verosimilitud de estas apariciones divinas pero son claves y premonitorias sobre los sucesos y acontecimientos futuros. De ahí que Luisito represente un nexo, un camino exploratorio entre el cielo y la tierra; entre una realidad cruda y áspera que ahoga y un cielo que aguarda sereno y sin nubes en la otra vida. Estas apariciones serán ciertamente reveladoras hasta tal punto que Luisito revelará a su abuelo lo que Dios le transmitió: que no le colocarán y de hecho así sucede.
La novela finaliza de manera espléndida y ensaya nuevamente el autor ese acercamiento necesario a la Naturaleza, esta Naturaleza como tierra de promisión y liberadora de los sentidos y de la sensibilidad humanas. Es durante el pasaje que copio a continuación cuando el personaje,ya sin esperanza alguna, se lanza al campo, sale de la ciudad a quién, no lo olvidemos, le despide y le arroja como a un ser inútil que ya dio todo de sí. Inservible y agotado, profundamente desengañado no solo por la sociedad sino también por las veleidades de su famila, entra en comunión con la naturaleza, se sintetiza con ella hasta su postrer acabamiento. "Tiró hacia la plaza de San Marcial, y al llegar a los vertederos de la antigua huerta del Príncipe Pío, se detuvo a contemplar la hondonada del Campo del Moro y los términos distantes de la Casa de Campo. El día era espléndido, raso y bruñido el cielo azul, con un sol picón y alegre". Un poco más adelante nos dice y exclama... "-Qué hermoso es esto!- se dijo soltando el embozo de la capa, que le daba mucho calor-.Paréceme que lo veo por primera vez en mi vida, o que en este momento se acaban de crear esta sierra, estos árboles y este cielo.Verdad que en mi perra existencia llena de trabajos y preocupaciones, no he tenido tiempo de mirar para arriba ni para enfrente..."
Galdós redivivo una vez más.
Puerta del Sol de Madrid, hacia 1.878 |
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Este espacio en blanco es para que opines y des tu punto de vista. Hazlo con moderación aunque a tu gusto y manera.