Entretejí algunas conversaciones amenas con el sacristán de la iglesia de los carmelitas.
Hablamos de la historia de este convento y de sus vicisitudes en tan corta vida
si la comparamos con otros conventos vitorianos. Él me contó muchas historias,
algunas terribles y truculentas como que fue cárcel militar durante la guerra
civil. Su huerto con sus jardines dejó de ser el 'locus amoenus’, el jardín
meditacional, el jardín propenso al rezo místico para convertirse en un
patibulario triste y trágico. He aquí que me invitó a entrar pero no sin antes visitar el interior de su
iglesia. Entonces me acordé de Galdós, el escritor canario de ascendencia vasca, tal es su apellido, que cuando visitaba Toledo y
recorría sus iglesias, catedrales y callejas narraba todo lo que veía con su espíritu inigualable, transido del alma de entonces, para asomarse después, ya
agotado de tanto convento, a los cigarrales entorno al Tajo.(1) Las imprecaciones
de los obispos y sus diatribas, el lujo ostentoso de la imaginería española y la magnificencia de los ritos religiosos que allí se profesaban eran desconocidos en el resto de Europa. Galdós hace aquí una crítica a la Iglesia. Deshecha las imágenes que rayan la superchería y denuncia lo supersticioso que se va adueñando de los prácticas religiosas en las iglesias como una forma de manipular a los fieles por el miedo al castigo y como resultado también de unos ritos religiosos depauperados.
Pero perdonad, lo olvidaba,dejo mis literaturas aparte y continúo con este relato breve y nada reseñable.
Pero perdonad, lo olvidaba,dejo mis literaturas aparte y continúo con este relato breve y nada reseñable.
Salimos,
como contaba, a este patio interior muy recogido y muy iluminado por el sol
vernal. Al otro lado del tapial que lo rodeaba, pude ver las vías sobre las
que se tienden los ferrocarriles viajantes y encima de este tinglado de raíles,
cables y catenarias, la torre neogótica del convento de las Salesas punzaba las
nubes con su vértice afilado. Y en un rincón vi a esta palmera del Chusán o
palmito elevado. Son palmeras rústicas, provienen como su nombre indica del
Chusán, cerca de China y toleran a las mil maravillas el frío helante
vitoriano, así como el calor achicharrante que tanto nos visita en los meses
estivales.
Protegida de los vientos y orientada al sur, esta palmera del Chusán goza de buena salud |
Sobre un pedestal y oculto entre unos arbolitos se halla este Sagrado Corazón |
Es pues, un arrabal sin llegar a serlo, es como una playa a orillas de la ciudad a la que solo llegan los ecos de los más profundos recuerdos que albergamos.
Los cultivos hortícolas alternan con algunas plantaciones de frutales |