Me ha dado la gana de dedicar un par de sábados a este bello espacio natural alavés.Hay que pensar que todo es producto de su especial ubicación dentro de la geografía del territorio y de sus especiales características en cuánto a su litología y climatología.La ecuación resultante es un bello espacio natural dominado por el carrascal y todo ese elenco particular y muy ligado a él como son los enebros y los madroños.La piedra está a flor de piel y ello da lugar a espacios desnudos, casi lunares, desprovistos, imposibles para la flora.En conjunto, la hegemonía es del encinar pero en algunos lugares existen espacios reservados al pinar de Pino Silvestre, localizados en umbrías y en los fondos de los sucesivos barrancos que salpican este genuino e intrincado laberinto orográfico. Valles hondos pero accesibles como el de Oca o el de Zarandona son vigilados por los vértices de Unda y Armikelo como enormes proas pétreas.Es un espacio además casi de transición, de comunicación entre la fértil y agraria llanada alavesa y ese otro valle alavés de mayor vocación oceánica y minifundista como es el de Zuia.
Desde el Mojón de Arrato pero sobre todo desde la cumbre de Armikelo,se pueden contemplar algunos de sus pueblos como Domaiquia, Murguía o Vitoriano.
No pude pasar por el alto tampoco sus pueblos, una orla de pueblos satélites en torno a esta sierra única en el contexto alavés, puesto que es la única que se dispone de norte a sur.Todas las demás se disponen transversalmente.
FOTOGRAFÍAS
Primera.-Como podéis observar, los paisajes son de una enorme belleza y originalidad. En el invierno, mientras gran parte de los bosques de la cordillera cantábrica están desprovistos de hoja, los encinares representan los únicos espacios de bosques de hoja perenne, por lo que salvan esa habitual discontinuidad entre estaciones que establecen bosques típicamente caducifolios.Encinas,madroños y labiérnagos parecían agolparse para salir en la foto.
Segunda.-Cuando visité este lugar, durante el mes de marzo, ocurrentes borrascas azotaron una y otra vez la provincia. Salía el sol pero pronto volvía a ocultarse entre las nubes.En mis ascensiones, no desprovistas de improvisación, pude disfrutar de maravillosas escenas.Pero, como os digo,la lluvia y las nubes lo aguaban todo rápidamente.Los regatos afloraban por todas partes,las laderas de roca eran toboganes de agua que se apropiaban de los senderos, anegándolos súbitamente durante unas pocas horas.
Pequeños corros de nieve aún permanecía unos días después, incluso en los días soleados.Pero como os digo, las nubes entreveraban el cielo, ocultaban el sol y el frío se aliaba nuevamente con el paisaje.
Tercera.-Los madroños son protagonistas inexcusables.Van a remolque de las encinas.Nunca dudan en medrar allí donde las encinas les dejen.Una tala o un incendio son rápidamente aprovechadas por estos maravillosos pajes de relevante valor ecológico.
Cuarta.- Grandes encinas se puede observar todavía.Son fósiles de épocas pasadas, testigos de otras culturas no excesivamente antiguas.Ellas han visto pasar junto a ellas una cultura ya desaparecida.Carros, bueyes y leñadores aprovechaban la madera que les daban estos montes comunales como recursos necesarios para su subsistencia.
Quinta.- Un ambiente gris que combinaba bien con el terreno casi exclusivamente calizo de las peñas.Se perfila toda la sierra que remata el Mojón de Arrato. Al otro lado, las peñas de Oro ya en el fronterizo valle de Zuya.
En ocasiones el paisaje transmitía un sentimiento de desazón.Las piedras sueltas y como arrumbadas por una enorme catástrofe natural acontecida miles de años atrás.Un árbol arrancado de cuajo y una cabra acentúan un punto de desolación y soledad. Se observan las cuantiosas hozaduras de los jabalíes que por estos lugares campean a sus anchas.
Sexta.- Uno de los momentos más emocionantes fue cuando a mi derecha se descorría este impresionante panorama a medida que recorría el cordal que me llevara a Armikelo. Líneas de vegetación perfilaban la sierra condicionadas por transversales afloramientos rocosos. La Llanera era el contrapunto al vértice occidental del Arrato.
Más tarde pude comprobar que una familia de cabras con pequeño cabritillo vivían allí solas en los cantiles,en la más cruda intemperie.
Séptima.- Cuando llegué a la cima de Unda, tras recorrer un estrecho y umbrío valle,el de Las Loberas, el bosque daba lugar a laderas desnudas, muy venteadas y expuestas a los rigores del clima.Pegadas al terreno con una contumacia férrea, las carrascas lograban hacerse paso a duras penas allí donde otras especies no les es posible sobrevivir debido a esa hostilidad tan manifiesta.
Última.- Un lejano adiós.Un cercano recuerdo.