miércoles, 12 de octubre de 2016

El zarcero de Las Neveras

Escribo estas pocas líneas pasados ya unos meses desde que realicé esta pequeña excursión por los alrededores de Vitoria-Gasteiz ¡Qué lejana ya aquella mañana de junio! Los rayos de sol eran aún tibios pero comenzaban a ser calurosos...Todavía quedaban jornadas de lluvia, de días frescos...¡Quién lo iba a decir! Es que desde entonces por aquí no asomaron las nubes, hicieron sus maletas desde entonces y que ni gota...Hoy,doce de octubre, parece que regresan del exilio, pródigas,venidas desde no sé qué escondites u oscuros arcanos y por eso los ríos están casi moribundos, sus caudales están exangües, los cantos de los lechos están secos...

Expongo unas fotografías de algunas aves que hice aquel día.Crucé el barrio de Salburúa, y desde Arcayate subí al cerro de Las Neveras, surcado ahora por paseos y sendas recién restauradas, entre campos de cereales y desde dónde se divisa una bonita muestra de la campiña alavesa con el cerro de Estíbaliz a lo lejos, entre campanas que tañía algún sacristán o soror de algún pueblo cercano.

En primer lugar, se trata de un ave que nos visita en los meses estivales.Llega,canta de manera desgañitada, se empareja y se va por donde vino, es decir, al África Occidental, hacia el sur sahariano.Parece mentira.Se trata del zarcero políglota. Su epíteto se debe a que imita las voces y cantos de otras aves.Es una cháchara rápida,ininterrumpida,un poco áspera.Repite frecuentemente el reclamo del gorrión común. Canta siempre desde lo alto de un matorral o arbusto, también desde algún arbolillo de poca altura y rodeado de zarzas.Los necesita para esconder su nido,donde lo dispone sobre la horquilla de un arbusto,muy oculto y prácticamente inaccesible para los depredadores.Los tapiza de pelos y de plumas para acomodar de tres a cinco huevecillos rosados. A su vez, combina este hábitat con espacios abiertos, de ahí que viva en los linderos de los bosques o en setos. Su plumaje es amarillo muy pálido con algunas zonas de un color oliváceo. Se alimenta sobre todo de pequeños invertebrados pero no desdeña los tan ansiados frutillos del otoño antes del comienzo de sus esforzadas migraciones.
Durante el canto adquiere una postura de hostilidad, un poco retadora,contorsionándose sobre la rama desde la que canta,en una clara actitud de desafío mientras las plumas de su cabeza se encrespan.Parece un claro signo de advertencia hacia todo aquel que se le acerca. Esto le hace muy característico en el campo.





Aquel día esta curruca fue la protagonista, pero hubo otras que ornamentaron aquel paseo. Fueron la alondra común, esta ave cerealista que anida entre campos baldíos y de cereal, que se encumbra a lo alto del cielo de primavera para colgar desde allí sus trinos aflautados, muy melódicos. Luego, al cabo de unos minutos se descuelga en picado, sin casi batir sus alas, hasta posarse en el suelo y a salvo de nuestras miradas atónitas. La creciente urbanización del campo asedia a esta ave de espacios abiertos, y no desprecia frecuentar las aceras de paseos amplios y ajardinados donde encuentra alimento. Observad que las plumas de la cabeza se erizan cuando se siente excitada. El plumaje es marrón, del color de la tierra.



Otro pájaro frecuente en los linderos de las ciudades y también de las áreas ajardinadas es el pardillo común. Pertenece a la misma familia del jilguero o del pinzón. Es por lo tanto una fringílida. Los fringílidos son una familia de aves que se caracterizan por alimentarse principalmente de semillas.Para ello necesitan de un pico fuerte y romo, en algunas ocasiones afilado como el de los jilgueros para conseguir desmenuzar las semillas y poder digerirlas. Tienen un canto melodioso, apenas son migradoras aunque las olas de frío les obliguen a desplazarse a lugares a veces muy alejados de sus lugares naturales.Lo pude ver posado sobre la rama de un roble pero pronto alzó el vuelo, instante que retraté.






sábado, 19 de marzo de 2016

Afanes

Son ya varias y numerosas las excursiones (¿o incursiones?) que he venido realizando desde hace algo más de dos años, quizás no tanto. He contado con el apoyo de algunas publicaciones que esporádicamente editan algunas editoriales locales.Son mayormente guías de montaña que han sido una suerte de lazarillos en más de un momento en mis ocasionales visitas a los montes  de mi provincia.Una vez más los libros. Me persiguen más allá de esas bibliotecas y librerías que suelo visitar con alguna frecuencia. De este modo, sin quererlo, se yuxtaponen en un encuentro casual mis aficiones más destacadas: libros y Naturaleza.Y es que los libros más allá de servirnos como libros de cabecera o manuales de consulta que nos sacan del atolladero de la duda o de la ignorancia nos sirven para más cosas. Para ello, en una suerte de apadrinamiento "ad hoc" debemos dejarnos llevar por ellos y así nos llevan de la mano del mismo modo que nuestros padres nos conducían agarrados de sus manos cuando eramos niños; los libros son estos tutores de papel que nos llevan también de la mano y nos conducen por el sendero, siempre sembrado de dudas e incertidumbres, de risas y lágrimas, de alegrías y asperezas que representa la vida.Un libro es también una especie de bitácora que nos imanta y entonces, desconocedores de todo lo que es alrededor, nos arroja y precipita al mundo, como los protagonistas de una novela en busca de su autor (Pirandello) o al menos, de un espectador que nos consuele o nos escuche a ratos.

Creo que la geografía también se aprende pateándola,pisándola. Uno, mientras camina, es sublimado por el paisaje, por ese mosaico lejano,distante y siempre epilogal que constituye un retrato, el que sea, de nuestro país.Si fuera político, si yo ocupara un escaño en el Congreso pediría un ministerio dedicado enteramente al paisaje, a la geografía natural, al espejo nuestro. Porque el paisaje es una  voz inaudible pero que habla, que medita, que alienta, que posibilita que el ciudadano contemple, medite, converse de algún modo consigo mismo. El paisaje vuelca sobre nosotros sus objetos, no solo naturales, sin también humanos y culturales y constituyen un código, un mensaje, una evocadora reminiscencia de lo que somos y una prometedora proyección de lo que seremos.

Si salís al monte, olvidaros de las cimas.Las cimas son únicamente la confirmación plausible de que acertasteis en el itinerario y una cierta validación de vuestras capacidades orientadoras. Las cimas son la culminación de un esfuerzo únicamente dirigido a culminar exitosamente vuestro paseo convertido en una especie de conquista dislocada y distraída del entorno, algo que la sume en una expedición llena de artificios.Si además una vez en lo más alto, añadís una fotografía que atestigue vuestro éxito y corrobore de paso vuestras capacidades orientativas para seguidamente compartirla con vuestros amigos que desde los somnolientos sofás de sus hogares o desde las relumbrosas terrazas de las plazas os observan y os congratulan, el esfuerzo quizá haya valido la pena.Pero el camino que nos lleva a la meta es una sucesión de conquistas que la curiosidad desbroza, traduce subjetivamente e interpreta de mil modos de manera que cualquiera de ellas es válida y acertada para cada uno de nosotros.Esta es la verdadera e inequívoca conquista nuestra y específicamente humana además.Y entonces la cima no será más que un triste y fastidioso final a tantas enseñanzas que la Naturaleza nos revela.